La historia íntima de una foto célebre
Gentileza familia Alfieri
Ganadora de premios y símbolo de los Mundiales, la imagen captada por don Ricardo Alfieri en la final de 1978 recorrió el mundo. Quién es y cómo vive Víctor Dell’Aquila, el muchacho que corrió a abrazar a Fillol y Tarantini. La relación que tuvieron a partir de allí el hincha y el fotógrafo, escrita por el periodista que tituló la fotografía como “el abrazo del alma”
Por Cherquis Bialo - infobae
19 Abr, 2020 01:09 a.m.
Actualizado: 24 Abr, 2020 12:23 p.m. EST
A las 8 de la mañana Don Ricardo ya viajaba en el colectivo 33 desde Barracas –su cuna, su sello, su barrio- hasta Paseo Colón y México. Antes de desayunar con su esposa Antonia y repasar todo el contenido de su valija metálica fue hasta la terraza de la casa en la que vivió su 82 años -calle Salom 467- se ocupó de la comida y el agua de sus 150 canarios Roler, famosos por su canto singular que era otra de sus pasiones.
A las 10 de la mañana, Víctor Dell’Aquila iniciaba una larga travesía desde San Francisco Solano –donde aún vive – hasta Quilmes Oeste en el San Vicente para llegar a Constitución, lugar en el cual había sido lustrabotas entre los 9 y los 11 años, y abordar el subte hasta Retiro. Finalmente, le quedaba el último tramo en el tren que lo dejaría en la estación enfrente del estadio.
Entre los diez fotógrafos designados por El Gráfico para cubrir la gran final Argentina-Holanda del Mundial 78’ estaban Don Ricardo Alfieri -con su infaltable cábala que era un pañuelo amarillo de seda plegado a un solo doblez en el cuello y nudo a un costado- ubicado detrás del arco de Fillol al momento del pitazo final. También se hallaba su hijo Ricardito -quien por entonces tenía 28 años- pero en el arco opuesto; o sea registrando el ataque argentino. Qué maravilloso orgullo padre e hijo cubriendo una final... Todos los fotógrafos de El Gráfico habían llegado al estadio de River a las 9 de la mañana, seis horas antes del comienzo, bajo las órdenes de su jefe, el querido y entrañable Eduardo Forte. Era ésta la manera en que se sentía la profesión: registrar todo y hacer con miles de fotos la película del acontecimiento.
Don Ricardo Alfieri en sus comienzos como fotógrafo;
al centro, preparando el teleobjetivo antes de que empezara un partido;
a la derecha, con su réflex en mano y pañuelito amarillo, cábala del maestro.
Víctor en cambio estuvo en la puerta de Figueroa Alcorta cerca de las 13 esperando a alguien que lo hiciera entrar y su voz de optimismo para cada uno que pasaba cerca suyo y lo saludaba era un canto a la vida pues Víctor no tenía brazos… Sin embargo no dejaba de sonreír y arengar. Fue cuando tenía 12 años que le amputaron los dos brazos tras una travesura adolescente que terminó en desgracia.
Hoy junto a su esposa Gilda Irene, sus hijos Víctor Alejandro y Mariano Daniel y tres nietitas Belén Victoria, Pilar Lola y Carmela, Víctor pasa la cuarentena disciplinadamente pero con las necesidades propias de quien sale a ganarse el peso día a día pues su pensión por discapacidad es de 13.000 pesos mensuales, una ofensa. Hoy tiene 65 años y es vendedor ambulante. Sigue viviendo en Solano y su vitalidad y optimismo son tan enormes que contagian el valor de la vida por encima de todo. Víctor con su ejemplar actitud demuestra que se pueden prescindir o reemplazar órganos y extremidades siempre que haya vida y que esa vida sea honrada, como en su caso, con fe y amor.
El joven que esperaba el momento oportuno para meterse en la Platea Baja visitante para ver la final contra Holanda, recuerda minuciosamente el día de su desdicha:
- Mi tío Juan Di Luca tenía un supermercadito y me pidió si le podía dar una mano por unos días. O sea que para hacerlo tenía que faltar al colegio. La noche anterior habíamos cosido una pelota de tiento para hacer un picado y yo al día siguiente pasé a buscar a un compañerito, a un pibe que jugaba con nosotros. Pero para que la maestra no me viera y se avivara de que me estaba haciendo “la rata” me subí a un palo de alta tensión de 15 metros de alto desde donde se veía todo el barrio, todo el campo, todo Varela hasta el Cruce. Ojo – aclara con enfática dignidad – la maestra no tuvo nada que ver, me subí porque tuve ganas, también me podía haber escondido a la vuelta de la esquina. Una vez arriba tuve la mala suerte de perder un cachito el equilibrio e inclinarme y para no caerme me agarré con la mano derecha de los cables de 220 voltios; entonces para desprender esa mano que estaba pegada, instintivamente la agarré con la otra, con la izquierda y por ultimo me tomé del transformador cuando ya las manos estaban carbonizadas y sentía el olor a carne quemada hasta que perdí el conocimiento, me caí y me desperté en el hospital de Solano. De ahí, como no tenían los elementos necesarios me trasladaron al hospital de Quilmes.-
El protagonista que le da dramatismo a esta foto mundialmente famosa, se emociona cuando recuerda el diálogo entre su madre María Dominga con los médicos del hospital de Quilmes:
- Señora, le dijo el doctor Salvatti: “A su chico hay que amputarle los dos brazos y nadie le puede garantizar la vida, ¿usted nos autoriza?
- Doctor -- respondió la madre desesperada -- aunque sea un pedazo de su cuerpo quiero a mi hijo, por favor devuélvamelo vivo como sea.
Víctor recuerda con gratitud a aquellos médicos que lo salvaron: Anneli, Barrera, Barragán, Panigatti y la doctora Mazzola. Y no olvidará jamás las palabras del médico jefe, el doctor Salvatti cuando terminó de operarlo: “Pibe, tenés que vivir por tu madre”.
La tarde inolvidable del 25 de Junio de 1978 permitía que un sol tímido apenas templado se opusiera por momentos al viento de todo el día, aportándole un módico calor a la multitud expectante en el Monumental.
Víctor con el pequeño museo que atesora en su casa. Varias camisetas de Boca de
jugadores de distintas épocas. Preside la 3 de Tarantini. Album familia Dell'Aquila
Detrás de uno de los arcos trabajaba un paradigma de la fotografía argentina, Ricardo Alfieri, quien a sus 66 años ya era un Don, vocablo con el cual se distingue respetuosamente a quien se admira: Don Ricardo. Un hombre cálido, humilde, generoso que sentía un indestructible amor por la fotografía y por el deporte.
Para Don Ricardo era su tercer mundial pues había cubierto el del 62’ en Chile donde generó una relación empática y cercana con Pelé -quien siempre fue a abrazarlo antes de cada partido del Santos o de la selección brasileña- y el del 66’ en Inglaterra donde registró como nadie la famosa de expulsión de Rattín mientras se paseaba por la alfombra real de Wembley. Esto le permitió producir la gran foto de Pelé y Rattin en la Copa de las Naciones de 1964 en Brasil; ningún jugador se negaba a un pedido de Alfieri, fundador de una dinastía que continúan su hijo Ricardo -- enorme reportero, fotoperiodista y expositor de prestigio internacional -- y su nieto Mauro (hijo de Ricardo y María Amelia) quien trabaja y se destaca en el diario La Nación
Lo que estaba lejos de sospechar Don Ricardo apostado detrás del arco de Fillol era que Víctor desde la primera fila de la platea baja detrás suyo estaba listo para saltar hasta el campo de juego en el minuto 119. Se trató de un instante azaroso y bendecido que habría de unirlos para generar una de las más famosas fotos del futbol mundial. Más aún, esta célebre pieza tiene innumerables premios, es símbolo de los Mundiales en todos los soportes de la FIFA, fue publicada por 134 medios una semana después de aquel Mundial 78’ e insertada en el spot inicial de la transmisión oficial de Rusia 18’ para todo el universo como imagen del Mundial de Argentina en la que los editores incluyeron dos fotos: Passarella con la Copa y “El abrazo del alma”.
El reloj del Monumental marcaba 119 de 120 minutos. Argentina ganaba por 3-1 con los goles de Kempes y Bertoni. Víctor, rápido, inteligente e intuitivo vio que dentro del campo de juego había solo dos policías con perros en la pista de atletismo. Sabía que los agentes no podrían correrlo ni detenerlo si pisaba el césped según le había dicho un comisario. La oportunidad le resultaba propicia para meterse, que era en definitiva su propósito esencial pues Víctor es hincha fanático de Boca y quería abrazar al Conejo Tarantini, único jugador que había actuado en Boca hasta antes del Mundial. Para él era común hacerlo en la Bombonera donde ya había sentido la imborrable sensación de ser besado por Orlando Medina (el primer jugador de su larga lista), Patota Potente, Roberto Mouzo (por quien me expresó un especial afecto), Miguelito Brindisi, el Cabezón Ruggeri y un único extra Boca, el valioso amigo perdido Roberto Perfumo quien le dijo palabras de mucho estímulo y cariño. O sea que para Víctor era frecuente entrar al césped de la Bombonera (que nadie supo jamás como lo hacía pues tenía diferentes maneras), pero el desafío ahora era aún más difícil: ingresar al campo del Monumental en una final de la Copa del Mundo. Y lo logró saltando los dos metros que había entre la baranda de la platea cabecera hasta el campo. Lo hizo con tanta energía y destreza que no les dio tiempo a los policías con sus perros para impedírselo.
Faltaba un minuto cuando el árbitro volvió a mirar su reloj y adicionó un minuto más. Víctor quería estar cerca de Tarantini, pero debía salir de allí ante las señas de un policía militar. Fue entonces que comenzó a acercarse hasta el arco de Fillol, donde seguía apostado Don Ricardo.
- ¿Qué haces acá?- le preguntó Fillol en medio de los sonidos eufóricos que se anticipaban al histórico triunfo.-
- Lo mismo que vos, estoy esperando que termine el partido- le respondió Víctor .
Apenas unos segundos después, la explosión, la euforia, la emoción y el llanto. Todo era confusión y frenesí dentro del campo de juego.
Víctor buscaba a Tarantini que salió disparado hacia delante tras el pitazo sin poderlo correr pues en su locura iba gambeteando a particulares para abrazarse con sus compañeros. Los fotógrafos que se encontraban allí también fueron tras los locos festejos hasta que llegara la ceremonia de la Copa y la Vuelta Olímpica. Don Ricardo vio cómo Fillol se hincaba en el borde del área para rezar una plegaria en llanto y se detuvo con la cámara lista. Enseguida vio que se acercaba Tarantini emocionado y detrás de él un chico sin brazos con las mangas flameantes de un pulóver gris que le había regalado su hermana Filomena, con un incontenible llanto de eternidad. Alfieri en los dos o tres segundos que tuvo logró la secuencia que se inició con el Pato inclinado, Tarantini gritando con vehemencia, luego su reclinación hacia Fillol hasta que se suma Víctor quien con esfuerzo frena su loca carrera tocando con la punta de su zapatilla izquierda la suela derecha de Tarantini. Es así que luego y al ser apretujado por los dos jugadores que lo suman, nació “el abrazo del alma”, esta foto surgida de la sensibilidad de un fotógrafo que, como Don Ricardo, retrataba vidas.
Después de sacar esta emblemática foto, Alfieri fue a continuar su tarea pues faltaban aún los abrazos, la ceremonia, las emociones, el vestuario, la vuelta olímpica. Fue cuando el pibe Víctor persiguiéndolo le gritó:
- Maestro, maestro,... ¿cómo hago para tener esta foto?
- No te hagas problemas hijo, llamáme el martes a El Gráfico, preguntá por Alfieri padre- le aclaró.
Esa noche se revelaron unas 2.600 fotos en el laboratorio de la editorial para el cierre de El Gráfico; entre ellas estaba la que esa noche en el vértigo y las necesidades de elegir la tapa, las dobles páginas, los grandes momentos, los goles, la Copa, resultaría una gran foto más entre otras grandes fotos que obviamente habría de ser publicada sin título, ni dimensión destacada. No obstante, la separamos para republicarla grande y a doble página en la edición subsiguiente, la del 4 de Julio de 1978 pues ya tenía el título que me surgió al primer golpe de vista; sería para siempre “El abrazo del alma”.
Don Ricardo recibió varias veces a Víctor en su casa de Barracas pero luego de un viaje de 13 meses que éste realizó a Milán, Italia, donde tenía familiares que lo ayudarían a conseguir una prótesis en Bologna, que resultó imposible. Aún sin ella, Víctor jugó al fútbol, trabaja, se gana el dinero dignamente vendiendo billetes de lotería o lo que fuere día a día, formó una familia armoniosa, tiene muchos amigos, hizo un spot publicitario junto a Tarantini y Fillol para la Coca Cola, fue al lanzamiento del libro del Pato, respondió en el programa “Quien quiere ser millonario”, tiene una vida familiar y social razonablemente ocupada y a pesar de la adversidad de llevar 53 años sin sus brazos son más las palabras de gratitud y grandeza que de rencor y queja respecto de la vida que transita.
Video.
El spot donde se reencontraron 36 años después del abrazo, Tarantini, Fillol y Víctor Dell’Aquila.
En su primera visita a la casa de Don Ricardo – un año después del Mundial- Víctor quedó azorado. Fue cuando pudo ver entre muchas joyas un palo de golf de Roberto De Vicenzo, guantes de Nicolino Locche, un pantaloncito de Muhammad Ali, un taco de Polo de Juan Carlos Harriot, una raqueta de Guillermo Vilas, un taco de billar de Ezequiel Navarra y cerca de 50 camisetas de jugadores, muchos de los cuales fueron con sus esposas a cenar a su casa porque querían a Alfieri y le regalaban lo más preciado: camisetas utilizadas en grandes acontecimientos y firmadas. Fue así que aquel joven Víctor pudo ver las de Rattin, Marzolini, Poletti (aún embarrada después de la final contra el Manchester United del 68’), Perfumo, Pelé, Yazalde, Ermindo Onega, Bianchi y tantos otros grandes que al entregárselas personalmente le demostraban su afecto.
En una pared del comedor de su casa, encima de la chimenea aquel chico que saltó al campo de juego para abrazarse con Tarantini y Fillol tiene una foto que dice: “Con todo cariño le dedico a Victor Dell’Aquila mi mejor foto del Mundial 78”.
En ese eternizado abrazo incorporado para siempre a los símbolos del futbol mundial está el alma de su autor, Don Ricardo Alfieri, un artista de la fotografía cuya sensibilidad retrataba la vida.
LA SECUENCIA COMPLETA QUE SACÓ ALFIERI
Acaba de pitar el árbitro y Fillol se arrodilla en la puerta del área para agradecer.
(Gentileza familia Alfieri)
El Conejo Tarantini que corría enloquecido por la cancha,
regresa para festejar con Fillol.
(Gentileza familia Alfieri)
Tarantini toma la cabeza de Fillol para levantarlo y darle un abrazo .
(Gentileza familia Alfieri)
Víctor Dell'Aquila que venía corriendo detrás de Tarantini,
llega para unirse al abrazo.
Y todos se funden en el abrazo del alma.
(Gentileza familia Alfieri)
Víctor con Gilda Irene, su esposa.
Víctor con recuerdos del Mundial 78.
El balón Tango y la foto autografiada por don Ricardo Alfieri.
***
Premiata e simbolo del mondiale, l'immagine catturata da Ricardo Alfieri nella finale del 1978 ha fatto il giro del mondo. Chi è Victor Dell'Aquila, il ragazzo che corse ad abbracciare Fillol e Tarantini, e come vive? Il rapporto tra il tifoso e il fotografo, scritto dal giornalista che ha intitolato la foto “l'abbraccio dell'anima”.
Di Cherquis Bialo - infobae
19 apr, 2020 01:09
Aggiornato: 24 apr, 2020 12:23 p.m. EST
Alle 8 del mattino don Ricardo stava già viaggiando sull'autobus 33 da Barracas - il suo luogo di nascita, il suo segno distintivo, il suo quartiere - al Paseo Colón e a México. Prima di fare colazione con la moglie Antonia e di esaminare il contenuto della sua valigia di metallo, si è recato sulla terrazza della casa in cui ha vissuto per 82 anni - al 467 di Salom Street - e si è occupato del cibo e dell'acqua per i suoi 150 canarini Roler, famosi per il loro canto unico, che era un'altra delle sue passioni.
Alle 10 del mattino, Víctor Dell'Aquila ha iniziato un lungo viaggio da San Francisco Solano - dove vive tuttora - a Quilmes Oeste sulla San Vicente per raggiungere Constitución, dove aveva fatto il lustrascarpe tra i 9 e gli 11 anni, e salire sulla metropolitana fino a Retiro. Infine, ha fatto l'ultima tappa sul treno che lo avrebbe lasciato alla stazione di fronte allo stadio.
Tra i dieci fotografi incaricati da El Gráfico di coprire la grande finale Argentina-Paesi Bassi dei Mondiali 78 c'era don Ricardo Alfieri - con la sua immancabile cabala di un foulard di seta giallo avvolto in un'unica piega al collo e annodata a un lato - posizionato dietro la porta di Fillol al fischio finale. Anche suo figlio Ricardito - allora ventottenne - era là, ma nella porta opposta; in altre parole, a registrare l'attacco argentino. Che meraviglioso orgoglio padre e figlio che coprono una finale... Tutti i fotografi de El Gráfico erano arrivati allo stadio del River alle 9 del mattino, sei ore prima del calcio d'inizio, agli ordini del loro capo, l'amato e affettuoso Eduardo Forte. Questo era il modo in cui si sentiva la professione: registrare tutto e fare un film dell'evento con migliaia di foto.
Don Ricardo Alfieri agli esordi come fotografo; al centro, mentre prepara il teleobiettivo prima dell'inizio di una partita; a destra, con la reflex in mano e il foulard giallo, costume del maestro.
Víctor, invece, verso le 13 era davanti al canecello di Figueroa Alcorta in attesa che qualcuno lo facesse entrare e la sua voce ottimista per tutti quelli che passavano e lo salutavano era un inno alla vita, perché Víctor non aveva le braccia... Tuttavia, non smetteva mai di sorridere e di arringare. All'età di 12 anni gli furono amputate entrambe le braccia dopo un gioco adolescenziale finito in disgrazia.
Oggi, con la moglie Gilda Irene, i figli Víctor Alejandro e Mariano Daniel e le tre nipotine Belén Victoria, Pilar Lola e Carmela, Víctor trascorre la quarantena in modo disciplinato ma con le esigenze di chi deve guadagnarsi da vivere giorno per giorno, visto che la sua pensione di invalidità è di 13.000 pesos al mese, un insulto. Oggi ha 65 anni e fa il venditore ambulante. Continua a vivere a Solano e la sua vitalità e il suo ottimismo sono così enormi da essere contagiosi: il valore della vita sopra ogni altra cosa. L'atteggiamento esemplare di Victor dimostra che gli organi e gli arti possono essere eliminati o sostituiti finché c'è vita e che la vita va onorata, come nel suo caso, con fede e amore.
Il giovane, che aspettava il momento giusto per entrare nella Platea Baja degli ospiti per assistere alla finale contro l'Olanda, ricorda nei dettagli il giorno della sua disgrazia:
- Mio zio Juan Di Luca aveva un piccolo supermercato e mi chiese se potevo dargli una mano per qualche giorno. Per farlo, dovetti saltare la scuola. La sera prima avevamo cucito una palla di tiento per fare un picado e il giorno dopo andai a prendere un compagno di classe, un bambino che giocava con noi. Ma per evitare che la maestra mi vedesse e capisse che stavo “facendo il topo”, mi arrampicai su un palo dell'alta tensione alto 15 metri da cui si poteva vedere tutto il quartiere, tutta la campagna, tutta Varela, fino all'Incrocio. L'insegnante non c'entra nulla, mi sono arrampicato perché ne avevo voglia, avrei potuto anche nascondermi dietro l'angolo. Una volta lassù, ho avuto la sfortuna di perdere un po' l'equilibrio e di sporgermi e, per non cadere, ho afferrato i cavi da 220 volt con la mano destra; poi, per liberare la mano, l'ho afferrata istintivamente con l'altra mano, con la sinistra, e infine ho afferrato il trasformatore quando le mie mani erano già carbonizzate e sentivo l'odore della carne bruciata finché non ho perso conoscenza, sono caduto e mi sono risvegliato all'ospedale di Solano. Da lì, non avendo le attrezzature necessarie, mi hanno trasferito all'ospedale di Quilmes.
Il protagonista che dà vita a questa foto famosa in tutto il mondo, si commuove quando ricorda il dialogo tra sua madre María Dominga e i medici dell'ospedale di Quilmes:
- Signora”, disse il dottor Salvatti, ”le braccia di suo figlio devono essere amputate e nessuno può garantirne la vita, ci autorizza a farlo?
- Dottore”, rispose la madre disperata, ‘anche se si tratta solo di un pezzo del suo corpo, rivoglio mio figlio, la prego di restituirmelo vivo a qualunque costo’.
Victor ricorda con gratitudine i medici che lo hanno salvato: Anneli, Barrera, Barragán, Panigatti e il dottor Mazzola. E non dimenticherà mai le parole del primario, il dottor Salvatti, quando finì di operarlo: “Pibe, devi vivere per tua madre”.
L'indimenticabile pomeriggio del 25 giugno 1978 permise a un timido sole appena temperato di opporsi a tratti al vento dell'intera giornata, portando un modesto tepore alla folla in attesa al Monumental.
Victor con il piccolo museo che custodisce nella sua casa.
Diverse maglie del Boca di giocatori di epoche diverse.
Il 3 di Tarantini presiede.
(Album di famiglia Dell'Aquila)
Dietro uno degli archi lavorava un paradigma della fotografia argentina, Ricardo Alfieri, che a 66 anni era già un Don, termine usato per distinguere con rispetto chi è ammirato: Don Ricardo. Un uomo cordiale, umile, generoso, con un amore indistruttibile per la fotografia e per lo sport.
Per Don Ricardo si trattava del terzo Mondiale, avendo seguito Cile '62, dove si creò un rapporto empatico e stretto con Pelé - che andava sempre ad abbracciarlo prima di ogni partita del Santos o della Nazionale brasiliana - e Inghilterra '66, dove registrò come nessun altro la famosa espulsione di Rattin mentre camminava sul tappeto reale di Wembley. Questo gli permise di realizzare la grande foto di Pelé e Rattin alla Coppa delle Nazioni del 1964 in Brasile; nessun giocatore avrebbe rifiutato una richiesta da parte di Alfieri, capostipite di una dinastia che viene portata avanti dal figlio Ricardo - un grandissimo reporter, fotoreporter ed espositore di prestigio internazionale - e dal nipote Mauro (figlio di Ricardo e María Amelia) che lavora ed eccelle al quotidiano La Nación.
Ciò che Don Ricardo era ben lontano dal sospettare da dietro la porta di Fillol è che Victor, dalla prima fila della platea inferiore dietro di lui, era pronto a balzare in campo al 119° minuto: un istante casuale e benedetto che li avrebbe uniti per generare una delle foto più famose del calcio mondiale. Inoltre, questo famoso pezzo ha innumerevoli riconoscimenti, è un simbolo dei Mondiali in tutti i media della FIFA, è stato pubblicato da 134 media una settimana dopo il Mondiale 78' ed è stato inserito nello spot iniziale della trasmissione ufficiale di Russia 18' per tutto l'universo come immagine della Coppa del Mondo per l'Argentina in cui i redattori hanno inserito due foto: Passarella con la Coppa e “El abrazo del alma” (L'abbraccio dell'anima).
L'orologio del Monumental segnava 119 minuti su 120. L'Argentina era in vantaggio per 3-1 con i gol di Kempes e Bertoni. Victor, rapido, intelligente e intuitivo, vide che all'interno del campo c'erano solo due poliziotti con i cani sulla pista di atletica. Sapeva che gli agenti non avrebbero potuto investirlo o fermarlo se avesse calpestato l'erba come gli era stato detto da un commissario. L'occasione era propizia per lanciarsi, e questo era il suo scopo principale: Victor è un fanatico tifoso del Boca e voleva abbracciare Conejo Tarantini, l'unico giocatore che aveva giocato per il Boca fino a prima della Coppa del Mondo. Per lui era normale farlo alla Bombonera, dove aveva già provato la sensazione indelebile di essere baciato da Orlando Medina (il primo giocatore della sua lunga lista), Patota Potente, Roberto Mouzo (per il quale ha espresso un affetto speciale), Miguelito Brindisi, El Cabezón Ruggeri e un'unica comparsa del Boca, l'amico perduto e prezioso Roberto Perfumo, che gli ha rivolto parole di incoraggiamento e affetto. Per Victor era una consuetudine entrare nel campo della Bombonera (e nessuno ha mai saputo come facesse, perché aveva modi diversi), ma la sfida era ancora più difficile: entrare nel campo del Monumental in una finale di Coppa del Mondo. E lo fece saltando i due metri che separavano la ringhiera della tribuna anteriore dal campo. Lo ha fatto con tanta energia e abilità che i poliziotti con i loro cani non hanno avuto il tempo di fermarlo.
Mancava un minuto alla fine quando l'arbitro guardò di nuovo l'orologio e aggiunse un altro minuto. Victor voleva stare vicino a Tarantini, ma dovette allontanarsi al segnale di un poliziotto militare. Fu allora che iniziò ad avvicinarsi alla porta di Fillol, dove Don Ricardo era ancora fermo.
- Cosa ci fai qui?” chiese Fillol tra i suoni euforici dell'attesa dello storico trionfo.
- Anch'io sto aspettando che finisca la partita”, rispose Victor.
Pochi secondi dopo, l'esplosione, l'euforia, l'eccitazione e il pianto. Tutto era confusione e frenesia all'interno del campo.
Victor cercava Tarantini, che dopo il fischio d'inizio è scattato in avanti senza riuscire ad investirlo perché nella sua follia schivava i singoli per abbracciare i compagni di squadra. Anche i fotografi presenti seguirono i folli festeggiamenti fino all'arrivo della cerimonia della Coppa e del Tour Olimpico. Don Ricardo vide Fillol inginocchiarsi al limite dell'area di rigore per recitare una preghiera strappalacrime e si fermò con la macchina fotografica pronta. Subito vide Tarantini avvicinarsi commosso e dietro di lui un ragazzo senza braccia con le maniche svolazzanti di un maglione grigio regalatogli dalla sorella Filomena, che piangeva incontrollato per l'eternità. Alfieri nei due o tre secondi in cui aveva gestito la sequenza che iniziava con l'Anatra che si chinava, Tarantini che gridava con veemenza, poi il suo chinarsi verso Fillol finché non fu raggiunto da Victor che con uno sforzo rallentò la sua folle corsa toccando con la punta della scarpa sinistra la suola destra di Tarantini. E fu così che più tardi, quando fu stretto dai due giocatori che lo raggiunsero, nacque “l'abbraccio dell'anima”, questa foto nata dalla sensibilità di un fotografo che, come Don Ricardo, ritraeva vite.
Dopo aver scattato questa foto emblematica, Alfieri andò a continuare il suo lavoro, perché gli abbracci, la cerimonia, le emozioni, lo spogliatoio e il giro olimpico dovevano ancora arrivare. Fu allora che il giovane Victor, rincorrendolo, gli gridò:
- Maestro, maestro,... Come posso avere questa foto?
- Non crearti problemi, figliolo, chiamami martedì a El Gráfico, chiedi di Alfieri senior.
Quella notte furono sviluppate nel laboratorio editoriale circa 2.600 foto per la chiusura de El Gráfico; tra queste c'era quella che quella notte, nella vertigine e nella necessità di scegliere la copertina, le doppie pagine, i grandi momenti, i gol, la Coppa, si sarebbe rivelata un'altra grande foto tra altre grandi foto che ovviamente avrebbe dovuto essere pubblicata senza un titolo o una dimensione di rilievo. Tuttavia, la separammo per pubblicarla grande e a doppia pagina nell'edizione successiva, quella del 4 luglio 1978, poiché aveva già il titolo che mi venne in mente a prima vista; sarebbe stata per sempre “L'abbraccio dell'anima”.
Don Ricardo ha ricevuto Victor diverse volte nella sua casa di Barracas, ma dopo un viaggio di 13 mesi a Milano, in Italia, dove aveva dei parenti che lo avrebbero aiutato a ottenere una protesi a Bologna, che si è rivelata impossibile. Anche senza, Victor giocava a calcio, lavorava, si guadagnava da vivere vendendo biglietti della lotteria o altro giorno per giorno, ha formato una famiglia armoniosa, ha molti amici, ha fatto uno spot pubblicitario con Tarantini e Fillol per la Coca Cola, è andato al lancio del libro di El Pato, ha una vita familiare e sociale abbastanza intensa e, nonostante le avversità di 53 anni senza le sue braccia, ci sono più parole di gratitudine e grandezza che di risentimento e lamentele per la vita che sta vivendo.
Video.
Il luogo dove Tarantini, Fillol e Víctor Dell'Aquila si sono ritrovati 36 anni dopo l'abbraccio.
Nella sua prima visita alla casa di Don Ricardo - un anno dopo la Coppa del Mondo - Victor rimase a bocca aperta. Fu quando vide tra i tanti gioielli una mazza da golf di Roberto De Vicenzo, i guanti di Nicolino Locche, un paio di pantaloni di Muhammad Ali, una stecca da polo di Juan Carlos Harriot, una racchetta di Guillermo Vilas, una stecca da biliardo di Ezequiel Navarra e una cinquantina di magliette di giocatori, molti dei quali venivano con le loro mogli a cenare a casa sua perché volevano bene ad Alfieri e gli regalavano la cosa più preziosa: magliette usate in grandi eventi e autografate. Fu così che il giovane Victor poté vedere quelle di Rattin, Marzolini, Poletti (ancora infangata dopo la finale contro il Manchester United del 68'), Perfumo, Pelé, Yazalde, Ermindo Onega, Bianchi e tanti altri grandi giocatori che, regalandogliele personalmente, gli dimostrarono il loro affetto.
Su una parete della sala da pranzo di casa sua, sopra il camino, il ragazzo che saltò in campo per abbracciare Tarantini e Fillol ha una foto che recita: “Con tutto il mio affetto dedico la mia foto più bella del Mondiale '78 a Victor Dell'Aquila”.
In quell'abbraccio senza tempo, per sempre incorporato nei simboli del calcio mondiale, c'è l'anima del suo autore, don Ricardo Alfieri, un artista della fotografia che con la sua sensibilità ha ritratto la vita.
LA SEQUENZA COMPLETA RIPRESA DA ALFIERI
L'arbitro ha appena fischiato e Fillol si inginocchia davanti alla porta dell'area per ringraziare l'arbitro.
Il "coniglio" Tarantini, che correva all'impazzata per il campo, torna a festeggiare con Fillol.
Il "coniglio" Tarantini, che correva all'impazzata per il campo, torna a festeggiare con Fillol.
Tarantini afferra la testa di Fillol per sollevarlo e abbracciarlo.
Victor Dell'Aquila, che stava correndo dietro Tarantini, arriva per unirsi all'abbraccio. E tutti si sciolgono nell'abbraccio dell'anima.
Victor Dell'Aquila, che stava correndo dietro Tarantini, arriva per unirsi all'abbraccio. E tutti si sciolgono nell'abbraccio dell'anima.
Victor con Gilda Irene, sua moglie.
Victor con i ricordi dei Mondiali del '78.
Il ballo di tango e la foto autografata da Ricardo Alfieri.
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