Gatti. El arco perdió la sonrisa


Adiós. A los 80 años murió ayer el creador de un estilo transgresor que marcó época en el puesto de arquero. “El Loco” actuó en River y Boca y jugó 26 temporadas seguidas en el fútbol argentino.

21 Apr 2025 - La Voz del Interior
Gustavo Farías gfarias@lavozdelinterior.com.ar

Cancha de Colón, todavía con tablones en las tribunas y fresco aún el mito que lo designó como “Cementerio de Elefantes”, donde los más grandes equipos se marchaban derrotados.

Era un domingo 29 de septiembre de 1974, día previo a la celebración del San Jerónimo. La cita no tenía demasiados atractivos: el local, penúltimo en la tabla, enfrentaba a Gimnasia La Plata, que tampoco llegaba con gran presente a la 11ª fecha de la Zona B de un Nacional que tenía por sensación al Talleres de Labruna. Difícil es encontrar este cotejo en una referencia histórica, pero para quien esto escribe marcó una bisagra en su vida. Esa tarde, con 9 años, asistí por primera vez a una cancha de fútbol para quedar atrapado por este deporte y por una figura consular de aquellos años: Hugo Orlando Gatti, por entonces arquero del “Lobo”, quien a los 80 años ayer se fue de este plano y acaba de ratificar su inmortalidad.

En mi memoria infantil quedó grabada una salida del “Loco” arqueándose en el aire para embolsar un centro y atrapar la pelota con sus brazos echados hacia atrás y aprisionándola contra su espalda. La revista El Gráfico calificó la actuación de Gatti con un “10”, mientras que Goles también lo eligió como figura. Pero fue un medio local, el Nuevo Diario Color de Santa Fe el más contundente: “El asombroso Gatti fue el eje central del espectáculo. Con sus salidas, con sus tapadas, con su cabriolas y hasta con las aparatosidades que en otros pueden ser criticables, pero que en él son parte del ‘espectacular’ que brinda siempre y que el público, por supuesto, también espera”.

Otros tiempos, claro está. No hacía falta ser hincha de Gimnasia, tener los cabellos largos o las medias bajas para idolatrar al “Loco”. Todos los chicos que iban al arco en el “fulbito” sentían y querían ser Gatti. La figura de Amadeo Carrizo ya había pasado al archivo y la explosividad de Ubaldo Fillol recién estaba por estallar. Gatti era garantía de atracción, emoción y show. Por eso, Ginebra Bols lo eligió como actor central de un corto publicitario en que convertía un gol de arco a arco tras tomar un trago.

De la mano de Osvaldo Zubeldía, apareció en el arco de Atlanta el 5 de agosto de 1962, en un partido en el cual los Bohemios perdieron 2-0 contra Gimnasia. Alfredo “el Tanque” Rojas fue su primer verdugo al vencerlo de cabeza a los 39 minutos. A pesar del contraste, enseguida comenzó a cosechar elogios, lo que derivó en su contratación para River, en febrero de 1964. Ese mismo año, el 27 de marzo, se presentó por primera vez en Córdoba, para enfrentar a Belgrano en un cotejo amistoso disputado en Alberdi, definido a favor del Millonario por 4-1, con doblete de Ermindo Onega y Luis Artime, descontando Salvador Sánchez para el local.

Distinto a todos

Al margen de sus condiciones, Gatti era distinto a todos. Excéntrico para vestirse, desafió la moda de la época en que los arqueros lucían invariablemente de amarillo. Impuso buzos de distintas tonalidades y motivos, agregando además la vincha para recoger el cabello largo (apenas unos centímetros de más según el estándar de la época), lo que le valió un nuevo mote: “el arquero Beattle”, por asociación con los integrantes del transgresor grupo musical inglés.

En River compitió con Carrizo, otro “monstruo sagrado” que no le permitió lucirse en plenitud, aunque alcanzó a disputar 77 partidos entre 1964 y 1968. En 1966, en tanto, le llegó la chance de la selección argentina, citado por Juan Carlos Lorenzo para el Mundial de Inglaterra, donde viajó como tercer arquero detrás de Antonio Roma y Rolando Irusta. “De los tres arqueros que hay en River (Carrizo y Alfredo Gironacci), soy el mejor. Y el mejor tiene que jugar en Primera. Si Labruna (el DT) opina lo contrario, pensaré que está equivocado”, decía sin modestia, una característica que nunca cultivó. Cuando lo acusaban de “fanfarrón”, no titubeaba en redoblar la apuesta: “Soy el mejor de River y del país. Y no me apuren, porque de los que vi por el mundo, ninguno me supera”, le decía a Goles en enero de 1968.

En 1969 pasó a Gimnasia y allí terminó de despegar definitivamente. Tuvo grandes actuaciones, destacándose nítidamente sobre la medianía de su equipo. Gimnasia era noticia por él. Con el Lobo disputó 224 partidos oficiales durante seis temporadas. Lorenzo se cruzó otra vez en su camino y en 1975 lo llevó a Unión, un equipo que fue animador del Metro que ganó River con el acoso constante del Tatengue, sustentado por su figura.

En 1976, Lorenzo y Gatti pasaron a Boca e impulsado por la vidriera del club Xeneize, Gatti gozó de sus mejores años. Múltiple campeón con Boca, de nuevo fue citado a la selección, esta vez por César Menotti, quien le asignó la titularidad del equipo y parecía perfilarse como número puesto para el Mundial ’78. Una inoportuna lesión derivó en su alejamiento y renuncia al equipo, en un episodio que dejó más de una versión sobre sus causales.

Figura clave para el primer éxito internacional de Boca (la Libertadores de 1977) cuando le detuvo a Wanderley, del Cruzeiro, el decisivo penal de la definición desde los 12 pasos, Gatti fue inamovible del arco de Boca hasta 1988, cuando ya con 44 años y algunas flojas actuaciones, debió ceder su lugar ante el empuje de Carlos Navarro Montoya. Su última imagen con los pantalones cortos no fue la soñada: ante el modesto Deportivo Armenio, por la primera fecha del Torneo de Primera 1988/89, un error suyo derivó en derrota 1-0 en la Bombonera. El técnico José Omar Pastoriza, quien recién asumía en sus funciones, lo desafectó del plantel y le bajó el telón a una campaña de 26 años ininterrumpidos.

Admirador confeso del boxeador Muhammad Alí, de perfil tan alto como él, tenía ante los micrófonos sus frases célebres. “En el puesto más bobo, yo soy el más vivo”, era una de sus preferidas, además de autopostularse permanentemente y hasta sus últimos días como el mejor arquero de todos los tiempos, lo que le costó un choque de egos con Ubaldo Fillol, con quien tuvo una disputa pública.

En los últimos años se había destacado como columnista en el programa El Chiringuito, de la TV española, donde se convirtió en todo un personaje por sus opiniones desestructuradas. En junio del año pasado soportó el golpe más fuerte de su vida cuando perdió a Nacha Godar, su mujer de toda la vida, quien lo acompañó más de medio siglo. Gatti fue sinónimo de arquero. Nunca pasó inadvertido en una carrera tan plagada de éxitos como de anécdotas. Un personaje de película, polémico, único. Una figura difícil de olvidar. 

***

Gatti, ningún loco

Al domingo se le cayó un lagrimón cuando se conoció el adiós de este personaje plagado de éxitos, ganador al máximo.

Joaquín Balbis - jbalbis@lavozdelinterior.com.ar

Si algo distinguió a Hugo Orlando Gatti, con su partida ayer ratificado en su condición de leyenda del fútbol argentino, fue su intento eterno por desdramatizar al deporte más popular.

Primero, como jugador –desde su puesto de arquero en el que fue único e irrepetible– y, luego, con sus opiniones, posiciones y posturas, muchas de ellas polémicas y disparadoras de ricos debates, “el Loco”, quien de loco tenía poco y nada, fue un precursor de una forma diferente de jugar al arco.

Desde ahí hizo un aporte bien distinto, de esos que realizan unos pocos elegidos. Tan así fue que su registro quedó firme por los tiempos de los tiempos, trascendiendo camisetas y pasiones. Un ídolo, sin reparar en colores.

Al domingo futbolístico se le cayó un lagrimón cuando, en plena jornada, se conoció el fallecimiento de este personaje plagado de éxitos, sin complejos y ganador al máximo. Una figura que se empeñó en generar sonrisas, placeres, disfrutes y discusiones, desde su percepción del fútbol, dentro y fuera de la cancha.

Su muerte rescata esa personalidad descontracturada que emerge en un momento contradictorio de un fútbol argentino en el cual conviven una expresión brillante como es la selección campeona del mundo y bicampeona de América con otra opaca que expone calendarios caóticos, arbitrajes cuestionables, torneos superpoblados y tolerancia cero, entre tantos aspectos a mejorar.

En ese escenario los equipos encaran la última parte del semestre. Y entre ellos están Belgrano, Instituto y Talleres, quienes luchan por acercarse más a las versiones que se imaginaron en el inicio de la temporada.

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