EL FANTASMA DE JOHN THOMSON
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Un 5 de Septiembre de 1931, se disputaba el gran derbi de Glasgow, el partido de los partidos, la madre de todas las batallas, el clásico, el denominado ‘Old Firm’. Rangers - protestantes -, contra Celtic - católicos-. El escenario del partido era en Ibrox Park, el vetusto hogar de la hinchada gers. Unas 75.000 almas reventaban sus gradas, y el Celtic acudía al estadio de su gran rival con fama de tener un portero imbatible, el gigante John Thomson. Pero en el minuto 50, Sam English, norirlandés del Rangers, avanzó por la derecha superando a toda la defensa y se plantó en un mano a mano con Thomson, el portero del Celtic. El meta de Cardenden no dudó un instante, salió raudo y veloz hasta la posición de English, que estaba armando la pierna para disparar. Thomson se lanzó como un gato a sus pies y, entonces, en una fracción de segundo, llegó la tragedia. English disparó defectuosamente, pero su rodilla siguió en trayectoria ascendente, hasta impactar de manera brutal contra la cabeza del portero del Celtic, que se dobló como un junco, provocando un crujir de huesos que se escuchó en todo Ibrox Park. La siguiente escena mostraba a Thomson abatido, inerte, con la cabeza bañada en sangre. English, paralizado por el choque, no podía mover un músculo. Su compañero, el capitán del Rangers, Davie Meiklehojn, sí reaccionó. Había estudiado medicina, así que llamó a gritos la atención del árbitro, pidió la asistencia de los camilleros y se agachó para comprobar el estado del portero del equipo contrario, que yacía en tierra, boca arriba y conmocionado. Thomson fue retirado en camilla dejando un charco de sangre dentro del área del Celtic de Glasgow. Su puesto en la portería fue ocupado por un centrocampista, Chic Geatons, que apenas tuvo trabajo hasta el final del partido, porque tanto el Rangers como el Celtic estaban en estado de shock después del infortunio de Thomson. Se temían lo peor, y estaban en lo cierto. Mientras ellos jugaban al fútbol, Thomson jugaba un partido contra la muerte.
John Thomson nació en 1909 en el número 27 de Balgreggie Park, en Cardenden, una ciudad próxima a Glasgow. Su familia no andaba sobrada de dinero, así que desde muy joven se vio obligado a echar una mano en la economía familiar. Su primer trabajo le llegaría con 15 años, descendiendo, cada mañana, a los infiernos de un pozo minero en Fife. Pero Thomson, más que con carbón soñaba con un futuro como portero, decidió probar suerte con el fútbol y empezó su carrera en el Bing Boys, un equipo amateur. Después de un breve paso por el Wellesley Juniors en 1926, varios ojeadores del Celtic de Glasgow recomendaron su fichaje con un informe tan escueto como exacto acerca de sus características: Alto, fuerte, seguro, futuro portero de la selección escocesa. Bajo esas premisas, el Celtic fichó a John Thomson, que por aquel entonces sólo tenía 17 años. El único problema para completar su traspaso eran sus creencias realigiosas. Había quien decía que Thomson había sido educado en el protestantismo, y que un protestante no debía ser el portero del equipo que representaba a los católicos. Un par de partidos amistosos sirvieron para que el meta de Cardenden se fogueara con su nuevo equipo, y a partir de esos dos encuentros, no volvería a abandonar la portería católica.
Con Thomson bajo los palos, el Celtic conquistó la Copa de Escocia de 1931, y la prensa especializada destacaba las grandes cualidades de un portero cuyo techo no se conocía, pero cuyo presente era simplemente majestuoso. Eran años de vino y rosas para el Celtic, que decidió cruzar el charco para exportar su fútbol vertiginoso, a través de una gira de trece partidos por Nueva York, Chicago, Boston y Montreal. Durante esa gira, Thomson se mostró como un muro para todos sus rivales, y conservó su portería sana y salva, algo que le llevó a convertirse en el gran bastión defensivo de su equipo y a ser el meta titular de la selección de Escocia. Así, en la temporada 1931-32, una encuesta a pie de calle entre los seguidores del Celtic consideraba que Thomson, el guardián de los tres palos católicos, era el jugador más importante del equipo, por delante incluso del hasta entonces ídolo local, el ‘bomber’ Jimmy McGrory, un delantero centro que remataba cochinillos. Fue entonces cuando la prensa inglesa puso de manifiesto que el Arsenal inglés estaba dispuesto a arrojar la casa por la ventana para fichar al portero del Celtic. Los gunners le ofrecían triplicar lo que cobraba en Escocia, y cuando los hinchas católicos se habían resignado a perder a su buque insignia, Thomson zanjó el debate con un juramento de amor eterno…
- En la vida hay cosas más importantes que el dinero. ¿Qué hay más importante que el dinero? Pues…por ejemplo, está el Celtic de Glasgow.
Un 5 de Septiembre de 1931, después del ‘no’ de Thomson al Arsenal, llegó el gran derby de la ciudad de Glasgow, la gran fiesta del fútbol escocés. Y allí, sobre el verde de Ibrox Park, el mundo se detuvo cuando corría el minuto 50. Sam English avanzó por la derecha superando a toda la defensa verdiblanca y se plantó en un mano a mano con Thomson, el portero del Celtic. Thomson se lanzó como un gato a sus pies y, entonces, en una fracción de segundo, llegó la tragedia. English disparó defectuosamente, pero su rodilla siguió en trayectoria ascendente, hasta impactar de manera brutal contra la cabeza del portero del Celtic, que se dobló como un junco, provocando un crujir de huesos que se escuchó en todo Ibrox Park. La siguiente escena mostraba a Thomson abatido, inerte, con la cabeza bañada en sangre. English, paralizado por el choque, no podía mover un músculo. Su compañero, el capitán del Rangers, Davie Meiklehojn, sí reaccionó. Había estudiado medicina, así que llamó a gritos la atención del árbitro, pidió la asistencia de los camilleros y se agachó para comprobar el estado del portero del equipo contrario, que yacía en tierra, boca arriba y conmocionado. Thomson fue retirado en camilla dejando un charco de sangre dentro del área del Celtic de Glasgow.
Fue trasladado de urgencia al Hospital Victoria de Glasgow, y allí los doctores se dieron cuenta de que el portero del Celtic se había roto, literalmente, el cráneo, y presentaba tal pérdida de sangre que sus heridas no tenían solución. A las nueve y media de la noche de aquel trágico sábado, de aquel 5 de septiembre maldito, el corazón de John Thomson, el super-portero del Celtic y de la selección escocesa, dejaba de latir. El cadáver del portero fue trasladado a Cardeden, su ciudad natal, y un día después se ofreció una homilía en la Iglesia de la Trinidad de Claramont Street, en Glasgow, donde el capitán del Rangers, subía al estrado y rezaba una oración por el alma del malogrado Thomson.
- Fue el mejor rival, un hombre bueno y justo. - dijo con voz entrecortada el capitán Davie Meiklehojn -Nunca le olvidaremos. Ni los del Rangers, ni los del Celtic.
El miércoles 9 de septiembre de 1931 se celebró el funeral del portero del Celtic. Hasta Cardeden se desplazó un tren que salió de la estación de Queen Street, donde viajaron miles de hinchas que portaban coronas de flores y camisetas de Thomson, para dar el último adiós a su portero imbatible. El Bing Boys, su equipo de la infancia, se gastó todos sus ahorros en levantar un monumento a aquel portero que llegó a ser internacional con sólo 19 años. En aquel funeral, la gente se subía a los tejados para ver pasar el féretro, portado por los jugadores del Celtic, con el venerable manager Willie Malley al frente. Sobre la madera de roble del cajón, una pequeña alfombrilla verde y los palos de una portería trenzada con flores blancas. En el epitafio de la tumba de Thomson se grabó una inscripción que reza así:
- Jamás mueren aquéllos que perviven en los corazones de quienes dejan atrás.
El siguiente partido del Celtic de Glasgow fue ante el Queens Park. Las inmediaciones del estadio aparecieron plagadas de ofrendas florales, de camisetas del Celtic y de recuerdos para honrar la memoria del portero fallecido. Los futbolistas accedieron al césped en fila india y con la mirada perdida en el cielo. Escocia entera guardó dos minutos de emotivo y respetuoso silencio por el alma de Thomson. El que no encontró la paz fue el delantero del Rangers, Sam English. Atormentado por provocar la muerte del portero del Celtic, no volvió a ser el mismo. A pesar de que todos los aficionados absolvieron a English de cualquier responsabilidad, el volante del Rangers, abrumado por la culpa, decidió emigrar al Liverpool primero, al Queen of the South después y finalmente, al Hartlepool. Nunca fue el de antes, pasó el resto de su vida traumatizado y murió, con 58 años, víctima de una extraña enfermedad neuronal.
A día de hoy, casi ochenta años después de la trágica muerte del portero del Celtic, los hinchas siguen honrando la memoria del que fuera su portero más valiente. Lo hacen con una canción popular que recuerdan su gigantesco porte, su leyenda invencible y su muerte en el área pequeña. Es el tributo hacia Thomson, un fantasma que vaga por las tribunas hecho canción, y cuyo recuerdo sirve para estimular a su equipo. La canción es un himno que ha pasado de padre a hijos, como una herencia, como una tradición ancestral. Sus estrofas resuenan, estruendosas, entre las gradas del estadio Celtic Park. Su letra habla de memoria, de hombres y de compromiso.
[ ...Vamos, Celtic de Glasgow /
Levantáos todos y jugad el partido /
Que un espíritu está en vuestros palos /
...Es el espíritu de John Thomson...]
El gigante Thomson tenía sólo 22 años cuando se jugó la vida en una salida y la perdió. A cambio, evitó un gol y alcanzó la inmortalidad en el cielo. Hoy, si uno tiene la fortuna de pisar el estadio del Celtic, puede intuir la presencia de un fantasma que vaga por las tribunas. Es el alma de John Thomson.
Un 5 de Septiembre de 1931, se disputaba el gran derbi de Glasgow, el partido de los partidos, la madre de todas las batallas, el clásico, el denominado ‘Old Firm’. Rangers - protestantes -, contra Celtic - católicos-. El escenario del partido era en Ibrox Park, el vetusto hogar de la hinchada gers. Unas 75.000 almas reventaban sus gradas, y el Celtic acudía al estadio de su gran rival con fama de tener un portero imbatible, el gigante John Thomson. Pero en el minuto 50, Sam English, norirlandés del Rangers, avanzó por la derecha superando a toda la defensa y se plantó en un mano a mano con Thomson, el portero del Celtic. El meta de Cardenden no dudó un instante, salió raudo y veloz hasta la posición de English, que estaba armando la pierna para disparar. Thomson se lanzó como un gato a sus pies y, entonces, en una fracción de segundo, llegó la tragedia. English disparó defectuosamente, pero su rodilla siguió en trayectoria ascendente, hasta impactar de manera brutal contra la cabeza del portero del Celtic, que se dobló como un junco, provocando un crujir de huesos que se escuchó en todo Ibrox Park. La siguiente escena mostraba a Thomson abatido, inerte, con la cabeza bañada en sangre. English, paralizado por el choque, no podía mover un músculo. Su compañero, el capitán del Rangers, Davie Meiklehojn, sí reaccionó. Había estudiado medicina, así que llamó a gritos la atención del árbitro, pidió la asistencia de los camilleros y se agachó para comprobar el estado del portero del equipo contrario, que yacía en tierra, boca arriba y conmocionado. Thomson fue retirado en camilla dejando un charco de sangre dentro del área del Celtic de Glasgow. Su puesto en la portería fue ocupado por un centrocampista, Chic Geatons, que apenas tuvo trabajo hasta el final del partido, porque tanto el Rangers como el Celtic estaban en estado de shock después del infortunio de Thomson. Se temían lo peor, y estaban en lo cierto. Mientras ellos jugaban al fútbol, Thomson jugaba un partido contra la muerte.
John Thomson nació en 1909 en el número 27 de Balgreggie Park, en Cardenden, una ciudad próxima a Glasgow. Su familia no andaba sobrada de dinero, así que desde muy joven se vio obligado a echar una mano en la economía familiar. Su primer trabajo le llegaría con 15 años, descendiendo, cada mañana, a los infiernos de un pozo minero en Fife. Pero Thomson, más que con carbón soñaba con un futuro como portero, decidió probar suerte con el fútbol y empezó su carrera en el Bing Boys, un equipo amateur. Después de un breve paso por el Wellesley Juniors en 1926, varios ojeadores del Celtic de Glasgow recomendaron su fichaje con un informe tan escueto como exacto acerca de sus características: Alto, fuerte, seguro, futuro portero de la selección escocesa. Bajo esas premisas, el Celtic fichó a John Thomson, que por aquel entonces sólo tenía 17 años. El único problema para completar su traspaso eran sus creencias realigiosas. Había quien decía que Thomson había sido educado en el protestantismo, y que un protestante no debía ser el portero del equipo que representaba a los católicos. Un par de partidos amistosos sirvieron para que el meta de Cardenden se fogueara con su nuevo equipo, y a partir de esos dos encuentros, no volvería a abandonar la portería católica.
Con Thomson bajo los palos, el Celtic conquistó la Copa de Escocia de 1931, y la prensa especializada destacaba las grandes cualidades de un portero cuyo techo no se conocía, pero cuyo presente era simplemente majestuoso. Eran años de vino y rosas para el Celtic, que decidió cruzar el charco para exportar su fútbol vertiginoso, a través de una gira de trece partidos por Nueva York, Chicago, Boston y Montreal. Durante esa gira, Thomson se mostró como un muro para todos sus rivales, y conservó su portería sana y salva, algo que le llevó a convertirse en el gran bastión defensivo de su equipo y a ser el meta titular de la selección de Escocia. Así, en la temporada 1931-32, una encuesta a pie de calle entre los seguidores del Celtic consideraba que Thomson, el guardián de los tres palos católicos, era el jugador más importante del equipo, por delante incluso del hasta entonces ídolo local, el ‘bomber’ Jimmy McGrory, un delantero centro que remataba cochinillos. Fue entonces cuando la prensa inglesa puso de manifiesto que el Arsenal inglés estaba dispuesto a arrojar la casa por la ventana para fichar al portero del Celtic. Los gunners le ofrecían triplicar lo que cobraba en Escocia, y cuando los hinchas católicos se habían resignado a perder a su buque insignia, Thomson zanjó el debate con un juramento de amor eterno…
- En la vida hay cosas más importantes que el dinero. ¿Qué hay más importante que el dinero? Pues…por ejemplo, está el Celtic de Glasgow.
Un 5 de Septiembre de 1931, después del ‘no’ de Thomson al Arsenal, llegó el gran derby de la ciudad de Glasgow, la gran fiesta del fútbol escocés. Y allí, sobre el verde de Ibrox Park, el mundo se detuvo cuando corría el minuto 50. Sam English avanzó por la derecha superando a toda la defensa verdiblanca y se plantó en un mano a mano con Thomson, el portero del Celtic. Thomson se lanzó como un gato a sus pies y, entonces, en una fracción de segundo, llegó la tragedia. English disparó defectuosamente, pero su rodilla siguió en trayectoria ascendente, hasta impactar de manera brutal contra la cabeza del portero del Celtic, que se dobló como un junco, provocando un crujir de huesos que se escuchó en todo Ibrox Park. La siguiente escena mostraba a Thomson abatido, inerte, con la cabeza bañada en sangre. English, paralizado por el choque, no podía mover un músculo. Su compañero, el capitán del Rangers, Davie Meiklehojn, sí reaccionó. Había estudiado medicina, así que llamó a gritos la atención del árbitro, pidió la asistencia de los camilleros y se agachó para comprobar el estado del portero del equipo contrario, que yacía en tierra, boca arriba y conmocionado. Thomson fue retirado en camilla dejando un charco de sangre dentro del área del Celtic de Glasgow.
Fue trasladado de urgencia al Hospital Victoria de Glasgow, y allí los doctores se dieron cuenta de que el portero del Celtic se había roto, literalmente, el cráneo, y presentaba tal pérdida de sangre que sus heridas no tenían solución. A las nueve y media de la noche de aquel trágico sábado, de aquel 5 de septiembre maldito, el corazón de John Thomson, el super-portero del Celtic y de la selección escocesa, dejaba de latir. El cadáver del portero fue trasladado a Cardeden, su ciudad natal, y un día después se ofreció una homilía en la Iglesia de la Trinidad de Claramont Street, en Glasgow, donde el capitán del Rangers, subía al estrado y rezaba una oración por el alma del malogrado Thomson.
- Fue el mejor rival, un hombre bueno y justo. - dijo con voz entrecortada el capitán Davie Meiklehojn -Nunca le olvidaremos. Ni los del Rangers, ni los del Celtic.
El miércoles 9 de septiembre de 1931 se celebró el funeral del portero del Celtic. Hasta Cardeden se desplazó un tren que salió de la estación de Queen Street, donde viajaron miles de hinchas que portaban coronas de flores y camisetas de Thomson, para dar el último adiós a su portero imbatible. El Bing Boys, su equipo de la infancia, se gastó todos sus ahorros en levantar un monumento a aquel portero que llegó a ser internacional con sólo 19 años. En aquel funeral, la gente se subía a los tejados para ver pasar el féretro, portado por los jugadores del Celtic, con el venerable manager Willie Malley al frente. Sobre la madera de roble del cajón, una pequeña alfombrilla verde y los palos de una portería trenzada con flores blancas. En el epitafio de la tumba de Thomson se grabó una inscripción que reza así:
- Jamás mueren aquéllos que perviven en los corazones de quienes dejan atrás.
El siguiente partido del Celtic de Glasgow fue ante el Queens Park. Las inmediaciones del estadio aparecieron plagadas de ofrendas florales, de camisetas del Celtic y de recuerdos para honrar la memoria del portero fallecido. Los futbolistas accedieron al césped en fila india y con la mirada perdida en el cielo. Escocia entera guardó dos minutos de emotivo y respetuoso silencio por el alma de Thomson. El que no encontró la paz fue el delantero del Rangers, Sam English. Atormentado por provocar la muerte del portero del Celtic, no volvió a ser el mismo. A pesar de que todos los aficionados absolvieron a English de cualquier responsabilidad, el volante del Rangers, abrumado por la culpa, decidió emigrar al Liverpool primero, al Queen of the South después y finalmente, al Hartlepool. Nunca fue el de antes, pasó el resto de su vida traumatizado y murió, con 58 años, víctima de una extraña enfermedad neuronal.
A día de hoy, casi ochenta años después de la trágica muerte del portero del Celtic, los hinchas siguen honrando la memoria del que fuera su portero más valiente. Lo hacen con una canción popular que recuerdan su gigantesco porte, su leyenda invencible y su muerte en el área pequeña. Es el tributo hacia Thomson, un fantasma que vaga por las tribunas hecho canción, y cuyo recuerdo sirve para estimular a su equipo. La canción es un himno que ha pasado de padre a hijos, como una herencia, como una tradición ancestral. Sus estrofas resuenan, estruendosas, entre las gradas del estadio Celtic Park. Su letra habla de memoria, de hombres y de compromiso.
[ ...Vamos, Celtic de Glasgow /
Levantáos todos y jugad el partido /
Que un espíritu está en vuestros palos /
...Es el espíritu de John Thomson...]
El gigante Thomson tenía sólo 22 años cuando se jugó la vida en una salida y la perdió. A cambio, evitó un gol y alcanzó la inmortalidad en el cielo. Hoy, si uno tiene la fortuna de pisar el estadio del Celtic, puede intuir la presencia de un fantasma que vaga por las tribunas. Es el alma de John Thomson.
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