Un Rey de sangre Azul
Miércoles, 3 de diciembre de 2008
Un Rey de sangre Azul
Especialista en caños, con una histórica jugada que patentó en el estadio Gabino Sosa, de Rosario: el "caño de ida y vuelta", tuvo en Independiente Rivadavia su momento más glorioso. La historia de un zurdo elogiado por los más notables.
José Félix Suárez - Especial para Más Deportes
Entre la realidad y la ficción, verdades a medias, desmedida exageración, consecuencia del inagotable ingenio popular, Tomás Felipe Carlovich se convirtió en un personaje de leyenda, único e incomparable, porque a su alrededor se tejieron las historias más increíbles y se fabularon curiosas y extrañas fantasías, tanto de su vida particular como de su trayectoria futbolística entre las décadas del '70 y del '80, la época en que se transformó en ese mito que aún hoy se recuerda cuando su imagen inconfundible regresa con fuerza de un pasado no muy lejano.
Dentro y fuera de la cancha, primero en Rosario, donde nació el 20 de abril de 1949, apodado desde los 4 años por un vecino que le puso El Trinche -significado que ni siquiera el propio Carlovich logró explicar alguna vez- y después en Mendoza, donde se lo identificó como El Rey, distinguido bautismo de Los Andes cuando en la temporada de 1975 lució con las mejores galas y atributos los colores de Independiente Rivadavia en el fútbol mendocino, se erigió en un símbolo del que se llegó a decir: "El Maradona que no fue".
Especialista en caños, con una histórica jugada que patentó en el Gabino Sosa, de Rosario, el llamado "caño de ida y vuelta", simplemente porque se lo pidió un hincha anónimo desde la tribuna y con toda modestia fue y lo complació.
Elogiado por notables como César Luis Menotti, Diego Armando Maradona, Marcelo Alberto Bielsa, José Pekerman y Carlos Timoteo Griguol, que lo reconocieron y calificaron como un jugador distinto, de otra raza, de una categoría superior.
De ese modo lo recuerda Pancho Wolhfart, hombre del fútbol por su inmensa pasión Azul y del boxeo, como reconocido y acreditado árbitro internacional, que cuenta maravillado: "Fue un zurdo clásico, que tenía un guante de seda en el pie izquierdo, al que admiro y respeto y al que tuve el honor de tratar".
Raíces gitanas
Por sus hábitos, su informalidad para vestir, su forma de ser y sus raíces gitanas se comentaba que tenía la costumbre de dormir en el suelo, que descalzo mojaba apenas sus pies para refrescarse en las acequias que tanto le llamaban la atención, que cuando sentía nostalgia de su humilde barrio Belgrano, de su muy querido Rosario, se hacía expulsar de alguna manera tonta e infantil para correr al encuentro de sus amigos del café y del billar, con los que se iba de pesca y cacería.
Se decía también que era un lírico, un bohemio, que jugaba a las cabecitas o payaneaba la pelota a un costado del campo cuando sus compañeros se entrenaban, que no resistía las concentraciones demasiado largas, que no le gustaba recibir órdenes, que no le pidieran que marcara y que ponía poco sacrificio porque en la cancha no corría, sólo trotaba.
Del mismo modo que era un genio, un mago, un fenómeno, un súper dotado, o como quisiera llamárselo, capaz de meter caños de ida y vuelta -su maniobra preferida-, una o dos veces por partido, que bajaba la pelota y la dormía con el pecho con infinita jerarquía, que la acariciaba con el empeine, que amagaba para un lado y salía por el otro, cabeza levantada, cabellera larga y suelta al viento, antigua casaca Azul de botones desabrochados en la parte superior, inconfundible imagen de un número 5 que también podía jugar de 10 y que con soltura y calidad ponía pelotas de gol desde 30 y 40 metros.
"Es que jugaba de pie a pie", reconoce el doctor Elías Nazar, que se sentía muy feliz viéndolo jugar.
Con ese fútbol tan elegante y vistoso, Tomás Felipe Carlovich resultó el futbolista más emblemático de Independiente Rivadavia en los últimos 40 años, sólo comparable al inolvidable Osvaldo Aliendro, "el cordobés del toque", largamente admirado en la década del '60.
Así alcanzó también la dimensión de ídolo eterno, en el mismo sitial de aquellas viejas y eternas glorias del Parque: el Conejo Luis Armando Cortez, el gran capitán de todas las épocas; el Arbolito Roberto López, inigualable delantero, goleador histórico; el Cura Antonio Segundo Vergara, defensor de galera y bastón, alta técnica, enorme personalidad, y el Gringo Hugo Cirilo Mémoli, auténtico ejemplo de entrega, nobleza y corazón por la gloriosa divisa Azul.
Respuestas del Rey
Cuando se le preguntaba por su afición a la caza y a la pesca y a sus ingenuas expulsiones contestaba el Rey Carlovich, con su bajo perfil habitual, porque se movía en un mundo de silencios y de muy pocas palabras:
"Siempre se dijeron muchas cosas de mí, pero la mayoría no era verdad. Lo único cierto es que nunca me gustó alejarme mucho tiempo de mi barrio, de la casa de mis viejos, del café, de los billares, de mis amigos, del Vasco Artola, que de chico me enseñó a pegarle a la pelota con suavidad y efecto.
"Quizás reaccionaba mal cuando recibía un golpe fuerte, pero nunca buscaba alguna excusa para que me echaran de la cancha. Tampoco me iba de pesca o cacería, como se decía.
"A veces me sentaba arriba de la pelota, pero lo hacía para descansar un rato, nunca para burlarme de un adversario. Mi estilo de juego fue muy humilde, como mi propia vida, más allá de los errores de juventud que pueda haber cometido".
También explicaba sobre su campaña:
"Lo más hermoso que me dio el fútbol fueron Central Córdoba e Independiente Rivadavia, lo que yo llamaría mis dos grandes amores. En ambos jugué lo mejor de mi carrera de casi 16 años en primera división. Con los Charrúas gané 2 campeonatos del ascenso - de primera "C" a primera "B"- en el ´73 y el ´82. Los dirigentes me pagaban premio especial por caño y premio doble por caño de ida y vuelta. Los hinchas me gritaban desde la popular: "Dale, Trinche, meté un caño de ida y vuelta".
"Yo iba y los hacía, así me divertía, me sentía dichoso, no porque me importara la plata. Me inicié en Rosario Central y también pasé por Colón de Santa Fe y Deportivo Maipú".
Emotivo regreso
Luis Eduardo Musrri, recordado directivo de los años '80 y '90, formado en aquella generación de jóvenes muy valiosos que acompañaron en su presidencia a don Roberto Gutiérrez, evoca la última visita del Rey hace 2 años, en el 2006: "No sabíamos que estaba en Mendoza y cuando lo vimos subir por la escalera central de la platea del Gargantini no lo podíamos creer.
Todos estiraban las manos para tocarlo, otros se paraban y lo abrazaban. Tenía una sonrisa agradecida, se sentía complacido de recibir tantas muestras de admiración y cariño. Resultó conmovedor, porque nos hizo saltar algunas lágrimas. Tuve la suerte de disfrutarlo como hincha, me hubiera gustado también disfrutarlo como dirigente. Quizás haya sido el último romántico que pisó las canchas mendocinas".
Esa tarde el Rey evocó con nostalgia y sentimiento agradecido a su querida Lepra: "Llegué a principios del '75 y esa temporada jugué lo mejor de mi carrera. El periodismo deportivo me bautizó el Rey (fue Los Andes) y al año siguiente salimos campeones, con un gran equipo. Cuando recibía la pelota yo lo buscaba a Palavecino (resultó el goleador con 19 conquistas), un puntero derecho muy veloz, que le pegaba como con un fierro, y se la ponía desde 30 o 40 metros.
También lo buscaba al Puma Molina, un sanjuanino muy pícaro y habilidoso, muy oportuno en el área. Atrás había dos pibes del semillero, impasables, el Cura Vergara y el Gringo Mémoli, que me conmovía por su nobleza. El técnico era Mario Imbelloni y me acuerdo de dos grandes dirigentes, personas de bien, el presidente Walter Bragagnini y el secretario Aldo Calcagno".
Campeón del ´76
Roberto D'Agostino, presidente de la Filial Movimiento Azul, reconocida oficialmente por el club, editor de la publicación Simplemente Lepra; investigador, coleccionista y gran conocedor de la historia de Independiente, que entre otros proyectos está reuniendo material para el futuro Museo Azul, que funcionará en el Salón de la Fama y se inaugurará -además de otras obras- el año próximo, trae a la memoria aquel brillante equipo campeón de 1976 con 32 puntos, 5 más que sus 2 escoltas, Atlético San Martín y Gimnasia y Esgrima, cuando de 22 partidos ganó 11, empató 10 y perdió 1 (frente a Atlético Argentino, 16ª fecha, 0-1, gol del Ñato Ruiz, de penal).
Explica D'Agostino con encendido entusiasmo:
"En ese campeonato se dio un justo equilibrio entre los chicos de las inferiores que ya tenían experiencia en la Primera y los refuerzos que habían llegado, algunos del medio, otros de afuera. Además teníamos al Rey, en su mejor momento, desequilibrante, maravilloso, con una conducta excelente".
"Integraban el plantel campeón: Montilla, el Gato Garín, el Gringo Mémoli, el Cura Vergara, Sartirana, el Diablo Millán, el Rey Carlovich, Claverino, Palavecino, el Puma Molina, el Caña Alvaro, Velázquez, el Lalo Bazán, Lugo, el Taca Chavero, el Chirola Ibáñez, Zárate, el Gringo Spitalieri, Gutiérrez, Quevedo, Guerrero y el técnico Tabaquito Imbelloni" (así apodado porque era un gran fumador).
Tomás Felipe Carlovich, detto "el Trinche", e qui a Mendoza "el Rey" cioè "il Re", fu uno straordinario anzi, inimitabile calciatore nato a Rosario, Argentina. Ho avuto il privilegio di assistere a una piccola mostra delle sue capacità uniche contro il Milan nel Giugno dell'anno 1979. Non era già il Carlovich nella pienezza delle sue possibilità, ma ciò che fu in grado di compiere quel pomeriggio d'inverno me lo ricorderò per sempre e, credo io, se lo ricorderanno pure Rivera, Baresi, Capello e compagnia. Carlovich giocava a tutt'altra cosa rispetto a rivali e compagni. Niente era troppo difficile per le sue risorse tecniche, niente era impossibile, nessun rivale lo metteva a disagio. Anzi, serbava delle fantasie nuove, sembrasse, riservate apposta per questi rivali più degni della sua infinita gerarchia. Per me, come per tutti quelli che ebbero la fortuna di assistere ai suoi "miracoli" calcistici, fu senza ombra di dubbio, il più grande talento che abbia mai passato per un campo di gioco, un elfo insomma capace di rendere reale ciò che è soltanto fantasia per qualsiasi altro mortale al mondo.
RispondiElimina