La sentencia final


Roglic amarra la Vuelta a la defensiva en el 
Picón Blanco tras perder a medio equipo enfermo 

● La crono decide hoy el podio

8 Sep 2024 - AS
JUAN GUTIÉRREZ
LA CRÓNICA

Durante la presentación del recorrido de La Vuelta 2024, allá por diciembre, los perfiles de las etapas iban circulando, uno a uno, por la pantalla gigante del Hotel Auditorium de Madrid, acompañados de murmullos y comentarios del público invitado. La serie ya estaba acabando cuando de repente, en la penúltima jornada, apareció la imagen de un serrucho con siete puertos, tres de ellos de primera, y final en alto en el Picón Blanco. El volumen de la audiencia subió decibelios. La sala exclamó al unísono ante la exigencia del encadenado. Eran más de 4.700 metros de desnivel acumulado. Una barbaridad. La etapa más dura de la Vuelta a España. Un trazado que ayer no estuvo acorde con el espectáculo. Ya no hay fuerzas. O valentía. Primoz Roglic, con el maillot rojo, lidera el grupo de los gallos, con Mikel Landa a su rueda, en la subida final del Picón Blanco.

En ese escenario, sumado a la contrarreloj de 25 kilómetros de hoy, Primoz Roglic tenía que rematar su cuarta victoria en la Vuelta, el récord, con un buen colchón de 1:54 sobre Ben O’Connor y 2:20 sobre Enric Mas. Era una renta sobrada si no ocurría ningún contratiempo. Pero resulta que sí ocurrió. Varios compañeros comenzaron a debilitarse por el camino, tres de ellos echaron pie a tierra: Martínez, Gamper y Denz, aunque este último hizo el esfuerzo de llegar a la meta, fuera de control. La cosa tenía pinta de intoxicación o algún sinónimo. La alerta sonó en la carrera. ¿Y si Roglic también está afectado? Con esa interrogante avanzó la etapa. Por lo menos, al líder sí le sobrevivieron Adriá y Lipowitz, que le arroparon hasta el último puerto, el definitivo Picón Blanco. En sus rampas, solo tuvo que defenderse para confirmarse como el rey de la Vuelta. Nadie le tosió.

El trayecto brindó antes una escapada de aventureros habituales, pero atrás no había intención de permitir alegrías. Primero controló la cabeza el Ineos, tímidamente. Luego, con insistencia, el T-Rex de un renacido Mikel Landa, dolido por su crisis en su tierra alavesa, y con ganas de resarcirse en un puerto donde ganó en 2017 en la Vuelta a Burgos. Sin futuro en la etapa, condenada a diluirse, el gran atractivo de la fuga era decidir el maillot de la montaña, en estrecha pelea entre dos compañeros del UAE, Soler y Vine, que lucharon en buena lid. A falta de los dos últimos puertos iban igualados a puntos, con Soler en cabeza en el desempate, pero Vine logró pasar cuarto por el penúltimo, Los Tornos, para llevarse a casa los lunares azules.

El orgullo de Landa. Landa inició sus ataques precisamente en ese puerto, dos arrancadas que seleccionaron el grupo de los gallos, con Carlos Rodríguez como única víctima de peso. Adiós al maillot blanco. Al frente de la clasificación de jóvenes continúa Skjelmose, con 52 segundos sobre Lipowitz. Será otro de los duelos de la contrarreloj final. Los ataques de Landa, decíamos, no abrieron trecho, ni tampoco encontraron aliados. El dinosaurio vasco sabía que debía marcharse de lejos, que en el cara a cara no tenía chance ante los más fuertes. Aun así, en el último kilómetro salió de la nada con un demarraje que no condujo a ningún sitio, pero levantó el ánimo de los landistas, que son (somos) legión. Un chispazo de orgullo.

En ese momento, Eddie Dunbar estaba destacado en punta camino de su segunda victoria, tras la conquistada en Padrón. Los capos le tenían a la vista, pero ninguno conservaba el puntito necesario para pelear la etapa. Detrás, los intereses eran otros. Roglic no quería líos, se dedicaba a mantenerse. Mas, aparentemente el más sólido, tiraba y tiraba hacia un objetivo claro: arrebatar la segunda plaza del podio a O’Connor, que aguantaba a poca distancia con honor. Mas incitaba a Carapaz a secundarle, pero el ecuatoriano ya había metido su última marcha. Finalmente, el español del Movistar se quedó a nueve segundos del australiano, que resistió escoltado por Gall. Ambos se jugarán la segunda posición en la crono final, con el sudamericano vigilante a 58”. Serán los últimos pulsos de La Vuelta 2024, que coronará al gran Roglic. El mejor. En ataque y en defensa.

***

Roglic y La Vuelta, una bonita unión

POR DANI MIRANDA

■ El pasado viernes, una cámara captó a Primoz Roglic regalando un bidón a un aficionado en la zona de meta, justo después de haber ganado en Moncalvillo y recuperado el maillot rojo. El acto en sí no tiene tanto de particular, lo hacen muchos ciclistas, pero en su caso concreto adquiere relevancia porque estamos ante un campeonísimo que, con el tiempo, ha creado un vínculo especial con La Vuelta y se ha ganado el corazón de sus aficionados. La afectividad es de ida y vuelta. Roglic, que avanza hacia su cuarto título, un récord, se mueve por la carrera como si fuera su casa y atiende siempre con gentileza a organizadores, a periodistas y, por supuesto, a aficionados. Como el de entregar el bidón a un pequeño aficionado.

Por su actitud, el esloveno recibió el maillot solidario (www.maillotsolidario.org), un proyecto de La Vuelta, Bicicletas sin Fronteras y AS, para aumentar la cifra y la mejora de bicicletas en Senegal para que los niños y adolescentes puedan acudir a través de este medio a los centros educativos. Lo recogió en la salida de

Villarcayo. “Es una carrera en la que disfruto, doy lo mejor de mí y es un placer estar aquí”, contó Roglic el pasado lunes en la jornada descanso preguntado por AS. Primoz no quiere preguntas sobre hasta cuando podría estar al máximo nivel.

“¡No me digan eso! Todavía me siento joven, pero es obvio que ya no te despiertas igual que a los 20 años (tiene 34). Mientras pueda, me guste y disfrute, seguirá formando parte de esto”, dijo el corredor, que está a menos de 25 km de conquistar su cuarta Vuelta por las calles de Madrid.

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