SU GRIETA
6 May 2024 - Olé
NICO BERARDO - cberardo@ ole.com.ar
El origen de la guerra con Bilardo: ¿cómo pasaron de hablar toda una noche, a pelearse feo y dividir a nuestro fútbol? Una discusión que se hizo eterna y dañó a ambos.
Es imposible que nos saludemos. Voy a decir lo que alguna vez dijo Sábato:‘hay cosas que no se discuten: se castigan’. Y cada uno castiga de la manera que cree”.
César Luis Menotti y Carlos Salvador Bilardo ya se habían castigado demasiado antes de aquel Boca-independiente de noviembre del 96. Tanto que la indiferencia anticipada en la previa por el Flaco ya sonaba a benévola. Por caso, él ya había tratado de “cobarde” y de “enano mental” a su némesis, que ya lo había acusado de decirse “de izquierda” y andar “a los abrazos con los militares”, justo después del Mundial 78.
¿Qué llevó a Menotti y a Bilardo a ni siquiera querer pronunciar el nombre del otro? ¿Cómo se distanciaron dos ilustres que en una noche llegaron a hablar de fútbol en una sobremesa que duró hasta la madrugada? ¿Cuándo nació la grieta?
Pese al rigor histórico del archivo no existe un punto de inflexión claro en la relación entre dos personas que hasta principios de los 80 “se respetaban mutuamente”, según le contó, a Olé, Roberto Saporitti, ideólogo de aquella cena del 76 celebrada en su casa de Palermo.
Algunos se animan a decir que la enemistad nació después del encuentro que tuvieron el 8 de marzo del 83 en el Hotel Arena de Barcelona. Uno en el que el Flaco, deté saliente de la Selección, recibió a su sucesor. Un traspaso de mando sin cariz oficial en el cual César Luis le hizo recomendaciones. Según el libro “Menotti, el último romántico”, el primer campeón de mundo con la Argentina había recomendado convocar a Hugo Gatti y a Alberto Tarantini pero no así a Enzo Trossero. Pero como todo en esta dicotomía que atraviesa transversalmente a cada generación, existen dos miradas sobre lo que ocurrió después de aquella cumbre. Que Bilardo se enojó con Menotti porque todo lo charlado a modo confidencial se había filtrado a los medios; que Menotti tomó casi como un insulto que el Narigón hiciera todo lo contrario a lo sugerido, casi a modo de elocuente represalia, citando en su primer llamado a Trossero, pero no al Loco y al Conejo.
Algo después de aquella tarde española se rompió: cuatro meses más tarde, y en el marco de una entrevista publicada en Clarín, Menotti se mostraba sorprendido con “lo que pasó con la Selección que fue a Toulon”, apuntando a Bilardo tras la derrota de aquella Sub 23 ante el Valladolid (2-0): “Declaró que conoció a los jugadores en el avión y eso es dar una ventaja tremenda”. Una crítica que Carlos Salvador no digirió. “Menotti habla mal de Sofovich, de Palito Ortega y ahora de Bilardo. Que trabaje y no ha-hable más. Es fácil hablar desde afuera: la gente está harta de tantas mentiras”.
No hubo vuelta atrás. Nunca. Las diferencias fueron cada vez más sustanciales. Menotti siempre se jactó de su nivel intelectual, de que juntaba “libros, no papeles”, de que tenía “acceso a todos los sectores pensantes del país” resaltando que “no creo que él pueda decir lo mismo”. Afirmando en algún momento -y peyorativamente- que a “un tipo al que le gustan los Wawancó y no sabe la última vez que fue al cine no puede hablar de cultura”. E incluso pegando fuerte al señalar que “el fútbol es tan generoso que evitó que Bilardo se dedicara a la medicina”. Del lado opuesto, claro, Carlos Salvador jamás perdió oportunidad de diferenciarse diciendo que “no cambié de barrio” y que conocía “los problemas de la gente”, incluso redoblando su apuestata mostrándose terrenal y popular: “No tengo la suer-suerte de conocer a Serrat: soy amigo de Calabró, íbamos a bailar juntos a Dominó”.
Tales contrapuntos permitieron configurar los ismos hasta transformar el Menotti-bilardo en una discusión filosófica. Una grieta que divide dos modos de entender la vida misma de los argentinos. La estética del cómo versus el resultadismo del qué. Casi como si fuera una división moral.
Mientras Bilardo se enorgullecía de su corriente defendiendo la teoría de que “al rival si puedo lo piso, lo mato”, César decía que el menottismo no existe, que los que se consideran menottistas “defienden una idea de juego anterior a la mía, el buen gusto por el fútbol”. El Flaco siempre consideró que los análisis tacticistas “donde Bilardo dice y da por seguro mentiras” eran en efecto una forma de darle un argumento teórico a lo fortuito, como el ser campeón por un penal fallado. Mientras que “no conocer al rival” para el Doctor era “vivir de lo que salga: eso hace Menotti”.
La grieta sigue existiendo. De un lado están los que defienden el pensamiento maquiavélico de Bilardo, inadmisible para el Flaco. Del otro conviven los que ven irresponsable creer que el talento resolvía lo que garantizan la táctica y el trabajo. Hubo, sin embargo, una señal de concordia. “Las diferencias que pueda haber no tienen nada que ver. Ojalá que Dios lo proteja y lo ayude. Es mi profundo deseo”, decía en 2019 un emocionado Menotti en apoyo a su archirrival, afectado por una enfermedad degenerativa. Quizás aquel castigo fue más allá de lo que hubieran deseado dos genios que, como alguna vez dijo Maradona, “a los dos les importa el jugador, los caños y el sombrero: tienen muchas cosas en común, aunque no se note”.
NO HABÍA BUENA ONDA
“EL FÚTBOL ES TAN GENEROSO QUE SACÓ A BILARDO DE LA MEDICINA”.
- Una observación tajante del Flaco sobre el Doctor
“UN TIPO AL QUE LE GUSTAN LOS WAWANCÓ Y NO SABE LA ÚLTIMA VEZ QUE FUE AL CINE NO PUEDE HABLAR DE CULTURA”.
- Menotti, diferenciándose de Bilardo... en todo
“BILARDO NO PUEDE HABLAR DE MI FRACASO EN LA SELECCIÓN.
ÉL LLEGÓ POR SER UN DT BARATO Y YO ME FUI POR SER CARO”.- Otro contraste declarado por César Luis en los 80
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