GRACIAS, FLACO
“YO NACÍ Y VOY A MORIR FUTBOLISTA”,
DECLARÓ MÁS DE UNA VEZ.
6 May 2024 - Olé
A los 85 años acaba de nacer una leyenda: César Luis Menotti... Por estas horas, la noticia de su muerte tiene un fuerte impacto a nivel mundial. El planeta fútbol, a través de las redes y desde las portadas de numerosos media argentinos e internacionales, ya le rinde un respetuoso homenaje a alguien cuyo protagonismo excediò largamente los lìmites geogràficos de nustro paìs. No es para menos semejante repercusiòn. El Flaco, màs allà de seiempre considerarse un genuino integrante de la raza de los futbolistas, adquiriò su mayor popularidad en el rol de entrenador. A tal punto que pertenece al privilegiado y exclusivo grupo de 21 directores técnicos que saben cuànto pesa la Copa del Mundo. Abanderado de un estilo de jego cuyos seguidores popularizaron como menottismo, la enorme figura de César también representò el puntapié inicial de la organizaciòn y el profesionalimso en la Selecciòn Nacional. Canalla, tanguero y fumador empedernido, el Flaco fue, ante todo, una persona que respirò muchìsimo fùtbol. Una pelota con gajos blancos y negros en su oficina en pleno centro porteño para decorar su escritorio, una foto futbolera siempre en su perfil de whatsapp (la última, una de su admirado Pelé saltando a cabecear) y hasta una dirección de correo electrónica con clara alusión al juego (elachique@...) son pequeños ejemplos de cómo el fútbol abarcó toda su vida. “Yo nací y voy a morir futbolista”, declaró más de una vez para dejar en claro qué relevancia le daba a su etapa de jugador, muy por arriba de su labor como técnico. A los 16 años, cuando su padre Antonio murió por un cáncer de pulmón debido a la adicción al cigarrillo, ya se ganaba la vida jugando en la Liga Carcarañense en Santa Fe. Le pagaban por algo que estaba dispuesto a hacer gratis. Ni el título mundial en 1978 lo convenció de que ser DT era algo mejor que ponerse los cortos. El momento que más disfrutaba de dirigir era cuando se calzaba los botines negro Puma para los entrenamientos y pisaba el verde césped de la cancha de turno.
El fútbol lo llevó a lugares que en su juventud ni siquiera llegó a soñar. Ponerse la camiseta de Central, el club de sus amores, jugar en Racing y en Boca, pasar por el entonces desconocido fútbol de EE.UU. y terminar primero en el Santos de Brasil compartiendo equipo con Pelé y luego en el humilde Juventus de Sao Paulo. Pelé, sí, el mismo de su última foto de perfil en whatsapp. “Fue el mejor jugador de la historia, el más grande”, incluso por encima de Messi y Maradona. Una opinión que, por más que sonara antipática, nunca pretendió ocultar.
No tenía aún 35 años cuando hizo historia como técnico de aquel Huracán campéon del 73. Un equipazo al que iban a ver hinchas de otros clubes. Antes, había arrancado dirigiendo nada menos que a Newell’s. Pero ese equipo con Houseman, Brindisi, Babington y Cía., que respetó la historia de La Nuestra, ese estilo de juego vistoso y ofensivo que representaba al fútbol argentino, lo consagró. El Globo era la reencarnación de La Máquina y a él lo comparaban con Pedernera y Peucelle.
Un año después de ese hito se convirtió en el fundador (más que en el entrenador) de la Selección. Todo el fútbol local se encolumnó detrás de las bases organizativas que ideó. Su triunfo en el 78 fue el desencadenante de un proceso serio como nunca había ocurrido antes. Aunque la dictadura reinante en el país en aquella conquista provocó que muchos detractores la utilizaran para intentar quitarle méritos. Pocas cosas le molestaban tanto como que se dudara de la legitimidad de la victoria de sus jugadores y de la supuesta complicidad, aunque sea pasiva, tanto suya como de aquel plantel en esos años oscuros del país. De ahí hasta el Mundial 82 fue uno de los personajes más famosos y representativos de nuestro fútbol. El pelo largo, el humo del cigarrillo, la voz gruesa y un permanente mensaje a favor del espectáculo y de la culturalización del fútbol, sumado a un carisma que seducía, generaba más simpatías que rechazos. Gozaba de un respaldo popular. Hasta era imitado por Mario Sapag, famoso humorista de la época, en pleno horario central de la TV.
Pero su salida de la Selección y la inmediata llegada de Carlos Bilardo inauguró un nuevo capítulo de las históricas grietas argentinas. De las más virulentas, en términos de agresividad discursiva, que se recuerdan. Era un Boca-river pero de entrenadores enfrentados por ideas futboleras y por formas de ver la vida que empeoró por el fanatismo de sus respectivos seguidores. La pelea no le sirvió a ninguno. Cada uno se fue aferrando más al estereotipo del personaje que encarnaban. Si Menotti representaba al fútbol lírico, más extremaba ese discurso: “Ganar no es lo único”. Si Bilardo simbolizaba el resultado, más enfatizaba el mensaje: “Lo único que importa es ganar”. Irreconciliables hasta la muerte, literal. El Flaco debió soportar durante muchos años el tiroteo mediático constante de ese sector del bilardismo que era clara mayoría dentro de los medios masivos. Se lo acusó de vago porque supuestamente sus equipos no se entrenaban físicamente cuando sí lo hacían pero con ejercicios con la pelota. En realidad, no la veían: era un adelantado a su época. En el fútbol actual su metodología de entrenamiento la aplican desde Guardiola hasta Ancelotti, pasando por Klopp y Scaloni, entre otros. También se lo criticó por no lograr grandes títulos a medida que continuaba su carrera. Como si Bilardo sí hubiese ganado algo luego de México 86. En el 2011, tras haber colgado el buzo, el spoiler alert que figura en los paquetes de cigarrillos casi se hace realidad. Debieron operarlo de un nódulo en un pulmón. El faso no lo mató pero fue un aviso. Ahí aflojó con el vicio. Pasó del atado de 20 parisiennes al día por uno de 10. Ya lejos de la dirección técnica, su figura se había transformado en una especie de oráculo al que muchos jóvenes entrenadores iban a visitarlo para compartir un café
Apenas se conoció la triste noticia, desde la dirigencia de Huracán se comunicaron con familiares y amigos del Flaco para poner a disposición el Tomás A. Ducó para su velatorio. Más allá de esto, los restos del Flaco también podrían ser velados en el predio de Ezeiza o incluso en el Congreso. Lo cierto es que hasta anoche todavía no había demasiadas precisiones. y preguntarle por cuestiones futbolísticas. Guillermo Barros Schelotto, Jorge Almirón, Diego Cocca, Mauro Navas, entre otros, fueron algunos de los visitantes a sus mesas de bar. También Pep, quien vino a conocerlo a la Argentina y cenaron juntos en un restaurante de Recoleta, justo antes de largarse a dirigir.
Siete años después de aquel episodio de salud, justo a poco de cumplir los 80 años, fue designado Director General de las Selecciones Nacionales de la AFA. En esa función tuvo una sugerencia muy valiosa cuando nadie la veía. Le recomendó a Claudio Tapia que debía hacerle contrato al hasta entonces DT interino Lionel Scaloni. La consagración en Qatar tuvo su aporte, su granito de arena, y ese título fue una de las últimas grandes alegrías que le dio el fútbol.
Lo que comenzó a matarlo fue la pandemia. “Acá andamos amigo, en cama, como todos”, respondió por whatsapp cuando el autor de esta nota quiso saber cómo vivía el aislamiento forzado. Con el Covid empezaron sus problemas de salud y el bajón anímico. Esa voz grave se fue apagando de a poco. En ocasiones, su imagen aparecía de forma remota en alguna clase de la Escuela de Entrenadores que lleva su nombre y que fundó en el 2019. En otras, contestaba los llamados de Guardiola, interesado desde Manchester por su salud y para charlar un rato sobre fútbol. Mientras, mantenía su pasión por la lectura, con Manuel Vázquez Montalbán como escritor de cabecera, y por la música, escuchando tango y la orquesta del maestro Osvaldo Pugliese.
Quizás, en uno de sus últimos días, disfrutando de esa música que lo relajaba, encendió un cigarrillo, cerró los ojos y recorrió la película de su vida. Y seguramente se detuvo al verse calzándose los botines, poniéndose los cortos y entrando a la cancha. Porque sí, César. Tenía razón al final. Por más que sea ya una leyenda mundial como entrenador, usted nació y murió futbolista.
PARA LA HISTORIA
- El Globo del 73, su obra maestra
Campeón con Brindisi, Babington y Houseman.
Hinchas de otros clubes iban a ver a ese equipazo.
- La Selección del 78, la gloria eterna
En 1974 dio el puntapié inicial para organizar a la Selección y cuatro años después le dio al fútbol argentino su primer título mundial.
- El Juvenil 79, chicos jugando a lo grande
Fue el primer mundial Sub 20 que logró el fútbol argentino.
Y fue de la mano del Flaco, con Diego y Ramón Díaz como grandes figuras.
IMAGEN FUERTÍSIMA
Ayer, en la final, se anunció por altoparlantes la muerte del Flaco. Hubo minuto de silencio y luego, desde las tribunas, hubo aplauso, que incluyó a los hinchas del Pincha, que dejaron de lado las viejas diferencias. Conmovedor.
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