NEESKENS, EL CORAZÓN DEL FÚTBOL TOTAL (1951-2024)


El inolvidable Johan II

Fallece Neeskens, representante del fútbol total y amado por el Camp Nou

Con el Ajax y junto a Johan Cruyff levantó tres Copas de Europa; solo le faltó coronarse en un Mundial
En la plaza Sant Jaume, tras la final de Basilea, el público barcelonista gritó: “Neeskens, sí, Núñez, no”

8 Oct 2024 - La Vanguardia
Juan Bautista Martínez - Barcelona

Las tobilleras blancas, la melena al viento y un caòón en sus botas. La silueta poderosa de Johan Neeskens siempre quedará en el recuerdo de todos los aficionados. Representante maravilloso del fútbol total de la Holanda de los 70, la que lideraba Johan Cruyff, Neeskens era un centrocampista de despliegue, portentoso físicamente, móvil y un lanzador de penaltis como pocos se han visto. El mundo llora su muerte. Falleció ayer a los 73 aòos en Argelia, adonde había acudido a un acto como representante de la federación neerlandesa. Exfutbolista del Ajax y del Baráa, se convirtió en un ídolo de ambos equipos y solo le faltó conquistar un Mundial, torneo en el que jugó dos finales.Gerard Bedeau / GettyJohan Neeskens golpea un balón durante la final de la Recopa de 1979 en Basilea

Hay imágenes que acompaòarán siempre a Neeskens. Una de ellas sucedió en el Estadio Olímpico de Munich. Final del Mundial 1974. La Holanda del fútbol total se había movido en modo apisonadora y había enamorado a los seguidores. Apenas iniciado el partido, rondo monumental de Holanda y penalti sobre Johan Cruyff. Coge el balón Neeskens y bate de tiro fortísimo a Sepp Maier. Después Alemania remontaría. Cuatro aòos después, en el Monumental de River, en la final de los papelillos y de la dictadura del general Videla, Neeskens también se quedaría a las puertas del título, que le birlaron los argentinos Kempes, Passarella y compaÒía, a las órdenes de Menotti.

Para entonces la carrera de Neeskens ya era excelsa. Con el Ajax, junto a Cruyff, había levantado tres Copas de Europa consecutivas. En el verano de 1974, un aòo después de que el Baráa fichara a su paisano, también adquiría a Neeskens, rápidamente bautizado en el Camp Nou como Johan II. Llegó a un Baráa que había roto una sequía de catorce aòos sin conseguir el título de Liga. A pesar de que su aterrizaje supuso la relegación de un Cholo Sotil que había resultado fundamental en el curso anterior, la afición blaugrana acabó acogiéndolo en sus brazos. En el Baráa estuvo hasta 1979 y logró la Copa de 1978 ante el Las Palmas y la mítica final de la Recopa en Basilea contra el Fortuna Dusseldorf. Ese título supuso el epílogo de su etapa barcelonista. …l quería quedarse y la hinchada clamaba su continuidad a los cuatro vientos, pero la directiva de Josep Lluís Núòez no pensaba lo mismo. Recordadas son las imágenes de Neeskens en la plaza Sant Jaume en la celebración, con lágrimas en los ojos. Mientras, los seguidores vociferaban “Neeskens, sí, Núòez, no”. Ese episodio llevó al presidente blaugrana a amagar con su dimisión, en medio de un clima de gran tensión. No tuvo más remedio el centrocampista que hacer las maletas y las Américas, para recalar en el New York Cosmos, donde coincidió con Franz Beckenbauer.

Y pensar que todo podría haber sido distinto si Neeskens se hubiera decantado por su otra gran pasión, el béisbol. De hecho, los Chicago Cubs le llegaron a plantear la posibilidad de realizar un stage. Pero se terminó decantando por el fútbol. Nacido en Heemstede, una localidad ubicada a medio camino entre Amsterdam y el mar, metió sus primeros goles en el equipo de su ciudad antes de incorporarse al Ajax en 1970 de la mano del técnico que marcó su carrera, el inefable Rinus Michels. Lo dirigió en el equipo ajacied, en la selección y en el Baráa.

Su carrera profesional se extendió hasta los 40 aòos y colgó las botas en 1991 en el FC Zug suizo, club en el que comenzó su periplo como entrenador. Como técnico no tuvo los mismos éxitos, pero sí que trabajó como ayudante en la selección neerlandesa en el Mundial de 1998 y con Australia en el Mundial 2006, cuando era el asistente de Guus Hiddink. Ese verano atendió a La Vanguardia en Munich, pues acababa de fichar como segundo entrenador del Barcelona en sustitución de Henk ten Cate. Se mostraba afable y distendido en las distancias cortas, siempre atento y elegante. Pero no tuvo mucha suerte en las dos campaòas en las que trabajó en el staff de Frank Rijkaard. Aquel Baráa, el de Ronaldinho, Eto’o y Deco, se descosió por la autocomplacencia. La destitución de Rijkaard conllevó también la marcha de Neeskens. Pero siempre fue un ídolo del Camp Nou. El inolvidable Johan II. 

***

ANÁLISIS - Juan Josep Pallàs

El ídolo de mi infancia

Se ha muerto el primer y único ídolo de mi infancia. Me he pasado media vida hablando de él con cualquier pretexto, como fórmula inconsciente para alegrarme el día, probablemente para reconciliarme con el fútbol que viví de pequeòo, el primero, el que nunca osamos manchar porque es íntimamente nuestro. Cada uno tiene el suyo. Material reservado. Solemos acudir a él como método para desestresar nuestras ocupadas cabezas, como cuando nos enrollamos debajo del edredón en una tarde fea de otoòo.

Ha fallecido Johan Neeskens. Se anunció ayer después de la hora de comer, así que por primera vez escuchar su nombre no me trajo buenas noticias. El paso del tiempo tiene mucha mala leche. Se nos muere el padre, o un amigo mucho antes de que toque, o el primer ídolo de nuestra infancia. Como ayer.

Neeskens entraba por los ojos, al menos eso me sucedió a mí. Pelo largo de los aòos setenta, es decir, no desarreglado para quedar bien, sino desarreglado porque sí, y anchas patillas que los niòos nos moríamos por tener, porque los seres humanos somos así de tontos, queremos crecer rápido al principio, y ralentizar los aòos cuando nos acercamos al final. Ninguna de las dos aspiraciones es posible. Llevaba Neeskens la camiseta por fuera y unas tobilleras blancas por encima de las medias horizontales azul y grana (las mejores del mundo) que en mi clase tratábamos de imitar poniéndonos unos calcetines vulgares de color claro encima de los que usábamos para jugar a fútbol. Yo quería ser Neeskens porque, además, era guapo.

Neeskens era el amo del tackel, que, para quien no lo sepa, es rebaòar y arrebatarle el balón al contrario a ras de suelo. Neeskens no negociaba con el esfuerzo, era un centrocampista que estaba en todas partes a la vez, que enganchaba a la gente por su entrega pero no solo por eso. Era defensivo y ofensivo a partes iguales, de tal modo que sus pasos parecían llevar banda sonora, potentes, musicales como notas graves escupidas por un piano.

¡Que viene Neeskens!

El otro Johan (Johan Cruyff recomendó su fichaje un aòo después de su mítico aterrizaje) marcaba goles, llegaba a la zona de ataque como un avión y si tocaba lanzar un penalti, no existía otro como él. Ser portero ante ese brutal lanzador equivalía a tener pesadillas. Colocaba el tipo el balón en el punto de penalti y le daba tan fuerte que lo arrancaba todo, la pelota y la cal. Siempre acababan en gol sus disparos. Chutar así la pena máxima pasó a llamarse “tirarlo a lo Neeskens”. En el patio de la escuela, claro, pasamos a lanzarlos así. Pobre portero.

Aunque a la sombra de Cruyff, Neeskens puede y debe ser considerado uno de los mejores centrocampistas de la historia del fútbol (esto no es idolatría, es justicia). Disputó las dos finales que Holanda perdió ante Alemania (1974) y Argentina (1978), seguramente las dos derrotas más conmovedoras de la historia de los Mundiales, tanto, que para muchos esa selección apodada naranja mecánica fue sin duda ganadora. Venció en la batalla que se disputa en la memoria de los aficionados.

En el Baráa dejó una huella que aún perdura para todos los que le vimos jugar. Cómo olvidar el día que se fue entre lágrimas de la plaza Sant Jaume, coreado por miles de seguidores culés, sabiéndose despedido porque los planes del entonces presidente Núòez pasaban por el fichaje de Simonsen, dejando como último servicio nada más y nada menos que el título

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