“Era un tanque, una bestia; jugar con Neeskens era hacerlo con 12”


"Era un seductor. Lo controlaba todo para encontrarse siempre bien"
Carles Rexach - Ex delantero del Barcelona

"En Basilea corrió más que nunca. Se pasó todo el vuelo de vuelta llorando, destrozado"
Juan Manuel Asensi - Ex centrocampista del Barça

"Desde el Mundial de 1974, los ojos le hacían chiribitas cuando tenía un rival alemán"
Lobo Carrasco - Ex delantero del Barcelona

8 Oct 2024 - La Vanguardia
A ï M í / l ui é z Barcelona

Los teléfonos de los futbolistas del Baráa de Basilea empezaron a sonar después de la hora de comer. “Me ha llamado Rexach con la noticia. Me ha afectado”, revelaba Juan Manuel Asensi, uno de los capitanes de aquel vestuario. “Le he llamado a él y a algunos más. Me ha dejado muy tocado”, contaba el propio Charly Rexach.STAFF / AFPJohan Neeskens, gran lanzador de penaltis, transforma la pena máxima en la final del Mundial de 1974 que Holanda acabó perdiendo

Neeskens llegó en el verano de 1974 a un equipo que acababa de ganar la Liga con Cruyff. Y enseguida sus compaòeros vieron sus cualidades. “Era un tanque, tenía unas facultades físicas terribles y era un trabajador nato”, le define Asensi, compaòero de fatigas en la medular. “Era una bestia. Parecía que jugábamos con 12 solo con su presión”, desgrana Lobo Carrasco a La Vanguardia.

“Cualquier entrenador del mundo lo querría en su equipo. Lo tenía todo. Luchaba, iba bien de cabeza en ataque y en defensa... Era brusco jugando, pero en la vida normal era tranquilo y relajado”, recuerda Rexach, que le conoció bien. “Dormíamos juntos en los desplazamientos y éramos vecinos. Apenas 50 metros separaban nuestras viviendas. Hacíamos planes juntos y también con nuestras esposas cuando nos casamos”, cuenta con mucha nostalgia.

En el campo, uno de los aspectos que impresionó fue su disparo con la derecha. “No lanzaba penaltis, eran zambombazos. Tenía que fallarlo él porque que el portero lo llegase a parar era imposible”, analiza Asensi. “Siempre chutaba al centro y por encima del portero”, aòade Carrasco. Aquella fue una de sus marcas.

El extremo de la cantera era un jugador habilidoso, pero con Johan II descubrió que el culé también se levantaba del asiento por otras cosas. “La gente estuvo aòos coreando su nombre en el Camp Nou. Lo ponía en pie no solo por las jugadas, sino por la presión. Parecía un cazador. Flexionaba las piernas y abría las manos. Hay maneras de buscar el arte en el fútbol, y la suya era atípica. Pero era arte”, rememora Carrasco antes de comparar esa entrega con los tiempos actuales. “Si Neeskens llega a tener el talento de Frenkie de Jong, hay que sacar otra pelota al campo”.

Tras ganar la Copa del Rey de 1978 (antes no podían jugar los extranjeros), el Baráa conquistó la Recopa en la mítica final de Basilea. “Fue una Recopa agridulce”, asegura Asensi pese al 4-3 contra el Fortuna Dusseldorf.

“Imagínate que antes de la salida, el club le comunica que no le va a renovar. Pero nos dejó perplejos porque en la final dio una lección del jugador de equipo que era”, ensalza el Chepas. “Corrió más y puso la pierna, sin preocuparse de si se lesionaba y perdía un contrato. Un ejemplo”, relata.

Quizás porque había perdido dos finales de Mundial, Neeskens no se permitió perder esa final. “Desde que perdió el Mundial de 1974, los ojos le hacían chiribitas cada vez que tenía que jugar contra un equipo alemán”, descubre Carrasco. Y el Fortuna no se escapó.

“No sé si cualquiera de nosotros hubiera aguantado un golpe como ese”, explica Asensi. Toda la emoción y rabia se desbordó en el viaje de vuelta. “El chaval estaba destrozado en el avión. Se pasó todo el vuelo llorando. No fue un adiós agradable”. Aquello desembocó en los gritos en la plaza Sant Jaume a favor del jugador y con el jugador derrumbándose.

Más allá de los partidos, sus compaòeros definen a Neeskens como un aglutinador. Lo sabe bien Carrasco, que llegó al Baráa con 19 aòos. “Yo era el niòo del equipo, y Neeskens me acogió. …l era el corazón del equipo“, rememora. “Era un seductor. Siempre se llevaba todo el protagonismo”, bromea Rexach.

“Si salíamos en nuestros días de fiesta, yo le hacía de chófer para que pudiera estar tranquilo. Dormíamos lo mismo, dos o tres horas, y al día siguiente se machacaba corriendo en los rondos. Me dejó boquiabierto”, recuerda Carrasco. “Tenía la cultura holandesa muy instaurada. Lo controlaba todo para encontrarse siempre bien”, sentencia Rexach. ●

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