Giro de Italia 1987 - Algunos esta noche se irán para casa



Povolaro, 6 de junio de 1987, media tarde

El pelotón del Giro de Italia desciende el puerto de Sella Valcalda y un hombre dentro del grupo está muy preocupado. No es un ciclista cualquiera, su maillot le delata, pues es ni más ni menos que el portador de la maglia rosa, Roberto Visentini. 

Desde que la etapa del día saliera de Lido di Jesolo lleva el día cruzado. Y quien le está provocando ese estado de nervios no es otro que su compañero de equipo Stephen Roche. 

Primero, provocó un ataque bajando el primer puerto del día, la Forcella di Monte Rest, junto con compañeros sin ningún peligro en la clasificación general (entre ellos el Fagor Bagot, que tendrá su importancia en esta historia). Visentini ordena que el equipo se ponga a tirar, quemando a sus gregarios (entre ellos, un tal Chiappucci). 

Pero, si en la fuga el único bien colocado en la general es un compañero de equipo, ¿por qué no desentenderse y obligar a otros equipos a tirar? Ay, nada es tan sencillo en el interior del equipo Carrera en esta primavera de 1987. Tras unos cuantos kilómetros de persecución, la fuga es abortada. Pero antes de empezar Sella Valcalda, un ataque de Jeff Bernard es contestado por varios de los pesos pesados del pelotón. En el grupo de 10 que se ha formado figuran el 5º de la general (Millar), el 7º (Lejarreta), el 8º (Anderson), el 10º (Pagnin)... y, como no, el 2º, de nuevo Roche con ganas de marcha y de calentar la carrera.


Visentini cada vez está más nervioso. No entiende qué pasa, el equipo no está respondiendo y debe confiar en otras escuadras para que le resuelvan una situación de carrera que se está poniendo muy complicada. Por suerte, al poco de comenzar la última ascensión del día, a Cima Sappada, el pelotón coge al grupo de fugados. En aquel momento de ese grupo ya había saltado el que será el ganador del día, Johan van der Velde, pero la importancia del triunfo parcial en esta jornada es menor de lo habitual. Lo importante es lo que está pasando de cara a la general. Hoy es un día que será recordado para siempre en la historia del ciclismo.


Cima Sappada es un puerto muy tendido y sin grandes pendientes. Tras los incidentes que ha habido durante la jornada, parece que todo quedará en fuegos de artificio sin consecuencias para la victoria del Giro. Y sin embargo... en un pelotón de unos 40 corredores, las cámaras no dejan de apuntar al último integrante del grupo. Se trata de Visentini, que está a la altura del coche del equipo y no deja de hablar con su director, Davide Boifava. 

De repente, en la cabeza del grupo Argentin toma el mando. La aceleración no es ni siquiera un ataque, pero por detrás saltan las alarmas. La maglia rosa, víctima de la tensión acumulada durante todo el día, no puede seguir el ritmo. Empieza a quedarse. Cada vez va a un ritmo más lento. Mauro (Antonio) Santaromita, que iba descolgado, lo adelanta y ralentiza el ritmo para que Visentini se ponga a su rueda, pero ni aún así el lider puede mantenerse enganchado a su aliado circunstancial. El suplicio es tremendo. El corredor que hasta ese momento tenía todo a su favor para ganar el Giro está totalmente en crisis. Su velocidad empieza a ser ridícula. La pájara es descomunal, tanto que en los seis kilómetros que quedan hasta la cima del puerto y el pequeño descenso hasta la meta en el pueblo de Sappada, pierde unos seis minutos.


Cuando llega a meta, el cabreo de Visentini es descomunal. Nada más cruzar la línea de meta, se frena y señala al puesto de comentaristas de la RAI, como indicando "ahora subo allí y cuento todo". Cuando los periodistas lo rodean, más que sus palabras son sus gestos los que hablan por él. Visentini pone un semblante típico de italiano, en plan "ahora mismo mataría a Roche pero no pienso descomponer la cara porque soy un tío con clase" y empieza comentando que tiene muchas cosas que decir. Después se lo piensa, probablemente intuyendo que como diga lo que piensa en este momento va a arder Troya, y dice que mejor hablará al día siguiente. Finalmente, mientras se retira con su bici rodeado de micrófonos, lanza su famosa frase: "Sarà tanta gente che va a casa stasera", que en una traducción libre podría ser algo así como "algunos esta noche se irán para casa", claramente en alusión a Roche.

Lo que pasó esa noche en el hotel del equipo tuvo que ser de tragicomedia, con los patrones de la firma Carrera que se habían desplazado para ver el espectáculo en directo (aunque seguramente esperaban otro tipo de show), Boifava intentando que la cosa no se saliera de madre, Visentini por un lado, Roche por el otro, y los gregarios entre medias. Aún así, la decisión final es que de Sappada saldrán todos montados en bici y dentro del pelotón.


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Al día siguiente, con final en Canazei y paso por los colosos dolomíticos, la guerra ya es totalmente abierta. En las rampas de la Marmolada el primer ataque en el grupo de favoritos es de... Visentini. Y quien responde al ataque... sí, no podía ser otro. El mismo líder de la carrera, Roche, es el que lleva a todos los demás favoritos a la rueda del dorsal número 1. La famosa recta de la Marmolada no decide mucho en esta edición, salvo que un novato Tony Rominger, tras un Giro impecable que le tenía en 2ª posición a 5 segundos de la maglia rosa de Roche, se queda del grupo de favoritos y empieza a labrar su leyenda negra de que las 3 semanas de una gran vuelta siempre se le hacen duras, de la que no se desembarazará hasta 5 años después, cuando se impone en la vibrante Vuelta de 1992 a Montoya y Delgado. En el descenso aún tendrá ocasión Visentini de intentar un nuevo ataque, con la misma falta de éxito que en la subida. En meta, donde van der Velde repite la victoria del día anterior, el ambiente ya es prácticamente prebélico, con Roche desde el podio haciendo el gesto de mandar callar a los tifossi, quejándose de que ha intentado hablar con Visentini y éste le ha negado la palabra, y diciendo que muchos energúmenos le han escupido e intentado golpear. Para rematar, unos problemas con el freno de su bici empiezan a alimentar la leyenda de sabotaje interno dentro del equipo. Según él, le había confesado esos problemas a Visentini... sí, lo habéis adivinado: justo antes del ataque de éste en el descenso de la Marmolada.


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Pero... ¿cómo se ha podido llegar a este punto? ¿Cómo se ha podido descontrolar tanto la situación para que los propios rivales estén más asustados de que algún loco irrumpa en el pelotón para pegar a Roche que de los ataques en la carretera? La respuesta nos lleva probablemente al año anterior. 

En 1986 Roche es el fichaje estrella de la Carrera italiana. Viene de ser tercero en el Tour anterior, el mejor de los mortales tras Hinault y LeMond. Y va a cobrar exactamente como fichaje estrella. Desafortunadamente, problemas físicos le lastran durante toda la temporada, en la que tiene un rendimiento muy pobre. Mientras tanto, Visentini, tras un par de años cerca de la victoria en el Giro (en el 83 segundo tras Saronni, que le ganó por las bonificaciones, y en el 85 líder varios días y segundo tras Hinault hasta que sufrió un desfallecimiento en el Abetone) por fin remata y se hace con la victoria en la corsa rosa.


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Con lo cual en la salida del Giro 1987, en Sanremo, se planta la Carrera con un corredor que defiende el dorsal número 1, junto a otro que ha sido podio del Tour, que cobra como super estrella y que lleva un año francamente bueno, con un botín que incluye las victorias de Romandía y la Vuelta a la Comunidad Valenciana, así como los segundos puestos en el Criterium Internacional y la Lieja (ésta última, con un desenlace final de los más recordados, donde Argentin les comió la tostada a Roche y Criquelion). Boifava se lava las manos, que decida la carretera, etc etc.


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Y poco se tarda en comprobar que la carretera lo que va a decidir es que saltarán chispas, puesto que los dos compañeros de equipo son los mejores de largo. El prólogo para Visentini, la cronodescenso del Poggio del primer día para Roche, y la crono por equipos del tercero para la Carrera, que coloca de líder al irlandés. Vamos, que ni nos habíamos desperezado y el primer corredor de un equipo rival era el jovencísimo Breukink a 53 segundos (la revelación del Giro, ganador del primer sector de la primera etapa en San Romolo y finalmente podio de la carrera). Argentin estaba ya a 1:27, Saronni a 2:25 y Lejarreta a 3:59 (esa crono por equipos horrible del Caja Rural le costaría muy caro al Junco de Berriz al final de la carrera).

El sexto día llegó el Terminillo, primer contacto serio con la montaña. Cuando queda un mundo para terminar la ascensión, salta la sorpresa. Sin que nadie se lo espere se escapa del gran pelotón una mancha rosa. Es ni más ni menos que Stephen Roche, con ganas de dejar claro a Visentini que el que manda es él. La jugada es maquiavélica, puesto que Roberto es el más fuerte de los perseguidores, pero no puede tirar, ya que llevar a los enemigos hacia un compañero de equipo y además portando la maglia rosa sería considerado una clara traición. A la luz de los acontecimientos de días posteriores, tampoco hubiera sido para tanto.


En cualquier caso, Roche había calculado mal sus fuerzas. Kilómetros más adelante Lejarreta, Millar y Visentini lo alcanzan. Stephen le dice a su compañero que colaboren para distanciar al resto, pero Visentini se hace el sueco. El resto de favoritos les dan caza y acaba llegando a meta un grupo de 9 corredores, los más fuertes de la carrera, con los 4 citados, más los Panasonic Breukink y Winnen, Pedro Muñoz, Rominger y Giupponi. Combate nulo entre ellos, aunque los damnificados son Saronni y Argentin, que se dejan 2 y 3 minutos, y con ellos sus opciones a ganar la carrera. En la lucha por la etapa, por delante habían llegado disputándose el sprint dos de los fugados del día: el francés Bagot, del Fagor, y el belga Schepers, del Carrera. Un sprint extraño, por aquello de que se había impuesto el francés después de tirar toda la subida, y sin que el belga pareciera que se esforzara al máximo. Posteriormente Schepers diría que le regaló la victoria a Fagor a cambio de "futuras ayudas".

Los días posteriores solo sirvieron para que Argentin siguiera aumentando el saco de las victorias (en la séptima etapa con final en Roccaraso se hacía con su tercer parcial) y los sprinters se dieran sus habituales atracones de los giros ochenteros (el rey de las volatas en este Giro fue Rosola, con 3 victorias, pero también mojaron estos días los Bontempi, Freuler o Planckaert). Pero en la décima etapa, con llegada a Termoli y triunfo de Rosola, hubo un acontecimiento que fue otra de las claves del Giro y que acabaría siendo otro de los detonantes de la situación de Sappada y Canazei. Una caída masiva dentro del último kilómetro tuvo como una de sus víctimas a Stephen Roche. Si bien no dio con sus huesos en el suelo, recibió un golpe que le afectó los siguientes días. En el final con repechos de Osimo ya se dejó unos segundos con Visentini. Pero lo peor estaba por llegar: se acercaba la crono de San Marino, 46 kilómetros en los que se mezclan el llano del principio con la tendida subida a lo alto de la Serenísima República.


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En San Marino, el naufragio de Roche es brutal. Duodécimo a 2:47 de un Visentini desatado, que le quita a su compañero el liderato y se queda con una cómoda ventaja de 2:42 en la general. Parece que la carrera está sentenciada (tercero y cuarto son las dos revelaciones Rominger y Breukink, que bastante están sorprendiendo en los puestos en los que están, y el primer escalador que puede inquietar a los Carrera es Millar a 4:55). Sin la caída de Termoli, quien sabe si Roche, que hasta ese momento estaba dando sensaciones ligeramente mejores que Visentini, hubiera conservado el rosa o al menos se hubiera quedado lo suficientemente cerca para no tener que pensar en medidas desesperadas.

Dos días después de la crono de San Marino llegaría Sappada y los acontecimientos relatados al principio de la narración. Tras el día de la "traición", la noche de los cuchillos largos y la posterior jornada de Canazei, el ambiente poco a poco se va enfriando muy ligeramente (que se calentara más era casi imposible) en los siguientes días, pese a que Visentini afirma que atacará el liderato de su compañero de equipo Roche si puede. El día siguiente se sube el Bondone en la etapa con final en Riva del Garda, y Rominger acumula más tiempo perdido, pero según pasan las jornadas la sensación que da la carrera es que Roche cada vez va a más y Visentini a menos.


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En la penúltima jornada montañosa, camino de Madesimo, el resultado es de tablas entre los favoritos. Pero aún queda un episodio más de la tragedia que fue este Giro para Visentini. El penúltimo día, última etapa de montaña con final en Pila, cuando el grupo de cabeza está ya muy desgranado, permanecen en el mismo Giupponi, Lejarreta, los Panasonic Breukink y Millar y los Carrera Schepers, Visentini y Roche. Justo cuando Roche se dispone a dar un acelerón en el frente del grupo, Visentini sufre una caída (no se llega a distinguir, pero parece que hace el afilador con Millar). Resultado, muñeca fracturada, pérdida de más de 6 minutos y al día siguiente no toma la salida en la crono final, en la que Roche consigue otro triunfo parcial. Con este capítulo termina una rivalidad apasionante en este Giro 1987, que tuvo su punto culminante en esos dos días de Sappada y Canazei, La carrera acaba siendo ganada por Roche, que en esa etapa de Pila había distanciado definitivamente al rival más peligroso que le quedaba (Breukink). En el podio lo acompañarán los dos Panasonic (Millar como segundo y el holandés como tercero), que a lo largo de la carrera han resultado bastante más aliados suyos que Visentini. El cuarto será un Lejarreta autor de una de sus mejores grandes vueltas, que hubiera sido segundo sin el retraso de la crono por equipos y que siempre estuvo en la punta de lanza cuando la carretera se empinaba, pese a no conseguir ningún triunfo.


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Tras esta batalla, las carreras de Visentini y Roche no vuelven a encontrarse. El irlandés va camino de la victoria en Tour y Mundial, dentro de su año mágico, en el que alcanzó un nivel al que no se acercaría ni el año siguiente (en el que se irá "casualmente" a un Fagor con el que había hecho muy buenas migas durante ese mes de junio) ni en los posteriores. Pero el fulgor de lo conseguido en ese 1987 bien vale una carrera deportiva entera. Mientras tanto, Visentini ya no se repondrá nunca de esta lucha fratricida. Pasará un año más en Carrera, para penar los dos años siguientes en equipos menores italianos (Malvor y Jolly) antes de retirarse en 1990. Pero tras este Giro 1987 no volverá a hacer nada de renombre sobre una bicicleta, cuando sin los acontecimientos de Sappada tal vez hubiera conseguido la hazaña de ganar el Giro dos años seguidos, algo que desde entonces solo ha conseguido Induráin, y antes solo habían logrado Galetti, Brunero, Binda, Bartali, Valetti, Coppi, Balmanion y Merckx. Casi nadie al aparato.


stickybottle.com

Pero un día, un solo día, puede cambiar toda tu carrera. De entrar en ese selecto club, a ser recordado más que por su única victoria en el Giro, por su hundimiento en Sappada y quedarse con esa fama de "ciclista millonario", puesto que venía de una familia muy acomodada. Algo que siempre se le echó en cara y que él rebatía precisamente con el argumento de que, si pese a tener una situación desahogada se dedicaba a un deporte tan sacrificado como el ciclismo, es que de verdad era un enamorado del deporte del pedal.

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