Muere Mujica, el último líder de la izquierda
“Algunos me recordarán bien y otros mal.
Algunos me van a putear.
Pero eso no importa,
no quiero cobrar cuentas”
(El País, 2024).
14 mag 2025 - El País (Uruguay)
C. TAPIA / N. DELGADO
El conductor histórico del Movimiento de Participación Popular y último líder del Frente Amplio, José Mujica, murió ayer en su casa de Rincón del Cerro, a los 89 años, como consecuencia de un cáncer de esófago que se le diagnosticó en abril de 2024. El presidente Yamandú Orsi comunicó a las cuatro y cuarto de la tarde a través de la red social X que había fallecido el exmandatario. La noticia tuvo una gran repercusión a nivel nacional e internacional. El velatorio en el Palacio Legislativo comenzará sobre las 15 horas de este miércoles. Y está previsto que dure más de 24 horas. En ese lapso, el gobierno prevé que lleguen varios jefes de Estado. Uno de ellos es el presidente brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva. Lo mismo sucedería con el colombiano Gustavo Petro y el chileno Gabriel Boric. Antes, a las 10:00, partirá el cortejo fúnebre desde Plaza Independencia. Vestido con un viejo jogging azul y una campera desgastada, el guardia salió de una construcción de hormigón que no era más grande que un ómnibus, con ventanas chiquitas y ubicada a escasos metros de la entrada a la chacra de Rincón del Cerro. “Venimos a hacerle una entrevista al expresidente”, dijo uno de nosotros, y él, con una sonrisa austera, pidió unos minutos. No demoró ni 10 segundos y nos dijo que pasáramos. Dentro de lo que oficiaba de garita de seguridad, de camisa verde manchada con algo que parecía ser aceite, con los pantalones arremangados, estaba quien había sido el jefe de Estado latinoamericano más famoso del mundo, al que habían comparado con un rockstar, quien había inspirado decenas de libros y sus correspondientes traducciones, al que Kusturica le había hecho una película, y quien en Uruguay, puertas adentro, había sido —y aún era— celebrado y resistido.
TRAS LA PRISIÓN. El 15 de marzo de 1985, a dos semanas de asumir Sanguinetti,
Mujica y otros rehenes fueron liberados.
Allí estaba José Mujica, el de la regulación del aborto y la marihuana, el de la fallida planta regasificadora y el trunco proyecto Aratirí, el del Plan Juntos y la UTEC, el de la escandalosa liquidación de Pluna y también el del matrimonio igualitario. El guerrillero devenido en demócrata que, al principio subestimado por la oposición, logró ganar con amplio margen las elecciones de 2009 y movió los hilos de la política uruguaya hasta sus últimas horas con destreza singular.
Era octubre de 2020, plena pandemia, y ahí estaba Mujica, con las piernas bien abiertas, casi formando 180 grados. “Lo único que les voy a pedir es que no le digan a Lucía que ando fumando”, nos dijo mostrando un cigarrillo armado, y así rompió el hielo. Se referiría a su renuncia al Parlamento, la que sucedería tres días después de la publicación del reportaje y en la que hablaría de la importancia de no generar una “grieta” entre uruguayos. No obstante, durante la charla, también marcaría que su relación con Luis Lacalle Pou no era buena, porque eran de “estamentos distintos”.
Es que las contradicciones serían el leitmotiv de su carrera política. En su juventud danzó entre el anarquismo y el herrerismo, luego fue guerrillero y después llegó al poder apegándose a las reglas de la democracia, a la que definió como uno de los grandes “inventos” de la humanidad, pese a sus “imperfecciones”. Por eso, a la hora de recordar a Mujica la cosa no se pondrá fácil, porque no hay uno solo. Son muchos, y a veces contradictorios.
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Nació el 20 de mayo de 1935 como José Alberto Mujica Cordano, aunque desde muy joven sería para todos Pepe, un apodo que usó para hacer campaña en las elecciones de 2009, cuando la murga Agarrate Catalina cantaba: “Vamos, Pepe, vamos con la gente”. En la clandestinidad, desde 1963 y hasta 1972, cambiaría tanto su nombre como su apodo, y sería Facundo unas veces y Ulpiano, otras.
Su primer barrio fue Paso de la Arena, donde su padre, Demetrio Mujica, había recalado luego de un mal negocio con una estancia en Florida. Demetrio murió cuando el expresidente era un escolar. Esto lo obligó a trabajar de chico y lo hizo valiéndose de la herencia del oficio de su padre: se dedicó a plantar y vender flores en ferias vecinales. En verano, solía irse de vacaciones a Colonia Estrella, una localidad cercana a Carmelo, donde la familia de su madre, Lucy Cordano, tenía un campo.
Las más hondas raíces políticas de Mujica eran blancas porque su abuelo materno, Antonio Cordano, era edil herrerista. “Blanco significa una visión federal marcadamente antiimperialista; es haber soportado la guerra contra Inglaterra y Francia; es una definición en los conflictos de la Guerra Grande (…) Es un poco una continuidad —con sesgos más propietaristas— del artiguismo”, dijo Mujica a Alfredo García para su libro Pepe Coloquios (2009). En 2020, en esa penúltima entrevista que concedió a El País, amplió este concepto a la luz de lo que veía de los blancos contemporáneos. “El Partido Nacional es hermoso. El problema es que este que hay ahora es un Partido Nacional muy raro, porque es proyanqui, y eso no pega”.
Quien fuera ciclista en su juventud —defendió los colores del club Tomkinson— y cursara el bachillerato en el IAVA, aunque no logró completarlo, reivindicó toda su vida sus orígenes blancos, aunque lo cierto es que la primera vez que votó, en las elecciones de 1954, se volcó por Emilio Frugoni y su Partido Socialista. Poco después comenzó a trabajar en el Ministerio de Industria, Trabajo y Abastecimiento, bajo las órdenes del entonces Enrique Erro. Más tarde, tras visitar China y la Unión Soviética, desencantado, decidió militar en la Agrupación Reforma Universitaria, la que se definía anarquista, que para él era la ideología que “respetaba en serio la libertad”. Luego, cuando Erro dejó el Partido Nacional, Mujica fue uno de los fundadores del Movimiento 8 de enero.
Ya para 1962, cuando Erro se unió a la Unión Popular, el segundo presidente de izquierda de la historia del Uruguay fue séptimo como candidato a edil en Montevideo. Esa fue la primera elección en la que se presentó a un cargo y lo perdió. Tres décadas más tarde, en 1994, quiso ser diputado y lo fue. En 1999, 2004, 2014 y 2019 se presentó para ser senador, y también lo fue. En 2009 ganó la Presidencia. Su lista, la 609, la del Movimiento de Participación Popular (MPP), fue la más votada en las elecciones de 2004 y en todas las nacionales que vinieron después. Sin embargo, Mujica no la tuvo tan fácil a la hora de transmitir sus votos. En 2015 apoyó a Lucía Topolansky para la Intendencia de Montevideo y su esposa perdió. En 2019 impulsó a Cosse para la Presidencia y también perdió. En 2020 su delfín para la comuna capitalina fue el neurocirujano Álvaro Villar y a este le ganó Cosse, ya alejada del MPP y gracias al apoyo del Partido Comunista. La gran excepción a todo esto es Orsi, que ganó dos veces en Canelones, se impuso con margen ante Cosse en las internas de 2024 y luego se convirtió en presidente.
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El triunfo de la Revolución Cubana, el estancamiento electoral de la izquierda en 1962, la victoria de ese año de la Unión Blanca Democrática (UBD) y el declive económico del país al inicio de esa década fueron el telón de fondo para la formación del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T), el que estuvo operando, según el relato del expresidente, desde 1963, cuando democráticamente ostentaba el poder el Consejo Nacional de Gobierno.
“Nos encontrábamos en la etapa de lograr infraestructura, conseguir plata, armas, locales”, recordó Mujica en el libro de Miguel Ángel Campodónico de 1999 que se titula como su apellido. Allí habla del origen de la guerrilla. “El surgimiento de esos grupos que constituirían el MLN-T no estaba caracterizado por una intención ofensiva, en el sentido de que nos planteáramos la lucha por el poder; más bien se trataba de una actitud defensiva. Se partía de la premisa de que se iba hacia el golpe de Estado”.
Esta justificación sobre la formación de la guerrilla urbana en Uruguay se contradice con el libro Actas Tupamaras (Madrid, 1982), que explica de una manera diferente la confluencia de grupos de diversos orígenes en la acción común. Según este documento, el MLN-T surge por cuatro razones: 1) Negación de la posibilidad de acceder al poder por vías pacíficas; 2) Necesidad de la lucha armada y su preparación inmediata; 3) La acción como promotora de conciencia y unidad; 4) La necesidad de definir la línea política propia por la acción afirmativa y no por la negación sistematizada de las ajenas. Como destaca Campodónico, “en ninguno de los cuatro puntos se hace mención a la necesidad de defenderse de las consecuencias de un golpe de Estado”.
El “nervio común” de los grupos que formaron el MLN-T fue el apoyo a los cañeros que, liderados por Raúl Sendic, exintegrante del Partido Socialista, habían fundado en 1961 la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas, marchado hacia Montevideo en reclamo del cumplimiento de la ley de ocho horas, entre otros planteos, y siendo reprimidos por la Policía.
Los tupamaros hicieron su primer atraco en agosto de 1963, con el robo de 30 armas y 4.000 balas del Club de Tiro Suizo en Nueva Helvecia. Mujica cayó preso por primera vez un año después, en un asalto frustrado a la empresa textil Sudamtex en Montevideo. “Mi primera cana no la relacionaron con nada político. Eso sí, igual me molieron a palos”, contó el expresidente. Ocho meses después, al salir de la cárcel de Miguelete, siguió trabajando la tierra, dedicado a la producción de gladiolos. Se convirtió así en un militante que, desde la legalidad, sostenía con sigilo el vínculo con quienes ya estaban, como Sendic, en la clandestinidad. El movimiento construyó “cárceles del pueblo”, donde retuvo a quienes secuestraba, y “tatuceras”. Por descubrir uno de estos escondites bajo tierra, sus integrantes ejecutaron en diciembre de 1971 al peón rural Pascasio Báez en el departamento de Maldonado. También fue raptado y asesinado el agente norteamericano Dan Mitrione. Los guerrilleros cometieron otros crímenes, realizaron atentados con bombas y copamientos de medios de prensa. Mujica llegó a relatar que, aún en la legalidad, participó de operaciones y dio apoyo al secuestro del político colorado Ulysses Pereira Reverbel.
“A partir del 22 de diciembre de 1966, cuando se produjo el primer enfrentamiento entre tupamaros y policías, la organización tomó estado público y se transformó en objeto de vigilancia de los servicios de inteligencia, sostiene un informe de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente de Presidencia. Pepe pasó a la clandestinidad en 1969, luego de que la Policía encontrara en un allanamiento dos ametralladoras que había escondido en casa de un amigo en el Cerro de Montevideo. El 8 de octubre de ese año participó de la toma de la ciudad de Pando, luego se enfrentó a la Policía a balazos, fue herido gravemente, supo huir por las cloacas de Montevideo, se fugó dos veces de la cárcel de Punta Carretas y estuvo preso 13 años en condiciones infrahu manas, lo que lo marcó para el resto de su vida y su carrera política.
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Mujica era uno de los nueve integrantes de la dirección del MLN rehenes del régimen cívico militar y estaba preso en el cuartel de Treinta y Tres cuando fue trasladado a Paso de los Toros. Desde allí, lo retornaron al Penal de Libertad, señal ineludible de que la dictadura estaba flaqueando. En esa cárcel, primero estuvieron aislados, pero luego los habilitaron a compartir celda de a dos, y entonces les empezó a llegar información a través de “papelitos” de compañeros sobre movimientos que desconocían, como el “seispuntismo”, una corriente emergida del MLN, creada en ese penal en 1978, que reivindicaba la vigencia de la lucha armada, la alianza con el Partido Comunista, Cuba como vanguardia de la lucha regional y la URSS vanguardia de la lucha mundial por el socialismo.
El 15 de marzo de 1985, dos semanas después de que Julio María Sanguinetti iniciara su mandato y de que se reinstalara así en el poder un gobierno democrático, los rehenes fueron liberados y todos, salvo dos —Adolfo Wasem, que había muerto cuatro meses antes, y Raúl Sendic, que buscaba recomponer la relación con sus hijos—, dieron sentados una histórica rueda de prensa que fue transmitida por los canales de televisión. El vocero fue Fernández Huidobro, que planteó la tríada por la que seguirían militando: “Primero, expropiación de todas las tierras en poder de particulares que excedan las 2.500 hectáreas; segundo, expropiación de toda la banca que maneja el ahorro de los uruguayos; tercero, el no pago de la deuda externa contraída por la dictadura entre los años 1973 y 1985”.
Mujica había recuperado la libertad con “la idea fija de la chacra” y una misión: “Salí de la cárcel para militar, ya que traía el cometido de encontrar un local en el cual nos pudiéramos reunir los compañeros. Y conseguí el de los Conventuales. De modo que, a la media hora de quedar en libertad, ya estaba militando”. Dos días después, daría su primer discurso público en el Platense Patín Club, “un boniato totalmente improvisado”, una pieza de oratoria con conceptos sobre los que volvería durante décadas, que lo alejaría del “seispuntismo”.
“Este pueblo se ha transformado y mucho. Y el que no lo interprete pierde el tren (…) No venimos a llorar nuestros dolores ni nuestras penas, simplemente a dejar bien clarito que el puñado de viejos que van quedando tiene nítidamente claro que apenas es un palito, que debe funcionar para que la colmena se aglomere en rededor; lo esencial no es el palito, sino la colmena”, dijo, sentado en una silla, en aquel acto fundacional. “No acompaño el camino del odio, ni aún hacia aquellos que tuvieron bajezas sobre nosotros; el odio no construye (…) Vamos a salir en la medida que nos den las fuerzas, a caminar por la calle, a tomar un poco de mate con los muchachos por las esquinas (…) Solo una actitud democrática permitirá una maduración política masiva de esa inmensa potencialidad; hay que ser democráticos, tremendamente democráticos”, planteó. Y reivindicó a “los dos viejos partidos tradicionales”, dijo que despreciarlos sería desconocer “la esencia de este país”, se definió “blanco” y ponderó a José Batlle y Ordóñez como “el hombre más importante de la historia nacional (…) tal vez muy después de don José Artigas”.
Campodónico recuerda que “los hechos que dieron lugar” al nacimiento del MPP, creado a iniciativa del MLN-T, “se precipitaron a partir de la muerte de Raúl Sendic, quien nunca fue muy partidario de la creación de un partido político”. El 28 de abril de 1989 falleció el líder y fundador del MLN-T, y el 18 de mayo se realizó la primera convocatoria pública al acuerdo político que dio vida al MPP, integrado por el MLN-T, el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) y grupos independientes.
El 20 de mayo de 1989 el Frente Amplio aprobó el ingreso del MLN-T y el 25 de junio de ese año se realizó la elección de la dirección del MPP. Nacía así el movimiento político más importante, en términos electorales, del siglo XXI en Uruguay, el que aportaría la mayor cantidad de votos para llevar a la coalición de izquierda por primera vez al gobierno nacional.
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En agosto de 1994, Mujica fue uno de los convocantes a una manifestación frente al Hospital Filtro en contra de la extradición —que había sido solicitada por España y que ya contaba con el aval de la SCJ— de tres miembros de la organización terrorista ETA. La protesta devino en una batalla campal que terminó con un manifestante muerto por disparos de la Policía y decenas de heridos. El vínculo entre la ETA y el MLN quedaría en evidencia y sería confirmado años después por otro histórico guerrillero, Jorge Zabalza, que también confesaría que los organizadores de la protesta —entre los que estaba él— se disponían a evitar la extradición de los terroristas —que habían sido internados en el Filtro luego de realizar una huelga de hambre— y que contaban con un ómnibus con cócteles molotov. Este hecho, según sostiene el periodista Mauricio Rabuffetti en su libro José Mujica: La Revolución Tranquila, sumado a la muerte de Sendic, fue clave en la determinación del expresidente y de Fernández Huidobro de convertirse en “políticos tradicionales” y trabajar para crecer dentro de la “alternativa electoral”.
El camino hacia la democracia, propuesto por Mujica en marzo de 1985, en su primer discurso, y la propuesta electoral, que implicaban iniciar un recorrido hacia planteos más moderados, empezaron a dejar profundas heridas en el MPP. En 1992 el MRO dejó la agrupación dando cuenta de que se estaba traicionando el plan de Sendic de llevar adelante una reforma agraria expropiando tierras, de no pagar la deuda externa y de nacionalizar la banca. En 1994 se fue el PVP y la sangría continuó hasta 1996, con la salida de todos los grupos menos el MLN, que sigue siendo el corazón del MPP hasta el día de hoy.
Hasta llegar al triunfo de Mujica en 2009, el crecimiento del MPP fue exponencial. En las elecciones de 1994, el sector fue el 7,2% del Frente Amplio y consiguió una banca en el Senado, ocupada por Helios Sarthou, y dos en Diputados, que fueron las de Marcos Abelenda y Mujica; en 2009 los senadores electos serían seis y los diputados 21 —el récord, sin embargo, lo consiguió en 2024, cuando la 609 obtuvo 9 de las 16 bancas del Frente Amplio en la cámara alta, y 36 de 48 obtenidas en la de Representantes.
Desde el Parlamento, Mujica se encargó de promover el proyecto democrático militando fuertemente en espacios donde la izquierda no lograba entrar, como ser el interior del país y en algunos barrios capitalinos que sentían clara preferencia por los partidos tradicionales. El hecho de deslizarse sobre una Vespa o en su característico fusca, su manera particular de hablar y debatir, su perra de tres patas, su atrapante historia de vida y sobre todo la carga de los votos, lo convirtieron en uno de los líderes del Frente Amplio. En el primer gobierno de la coalición de izquierda, Tabaré Vázquez lo nombró ministro de Ganadería, cargo que desempeñó sin grandes luces ni grandes sombras, y al que renunció en 2008 para empezar a peregrinar rumbo a una interna en la que la coalición de izquierda se polarizaría como nunca: con Mujica en un rincón y el entonces ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori, en el otro.
Para acompañarlo en este recorrido, Mujica eligió al publicista Francisco Vernazza, quien en 2023, en entrevista con El País, contó la clave de su estrategia: “El intento era mostrar la mayor continuidad posible. Cuando se terminó la interna, Pepe y yo nos abrazamos a Danilo. Le dije: ‘De acá no te despegás’. Pepe nunca aparecía solo. Salvo por algunas trampas que me hacían las fracciones, no había carteles que dijeran ‘Pepe presidente’; decían: ‘Mujica-astori’”. De hecho, la publicidad de Agarrate Catalina, que cantaba el pegadizo jingle “vamos, Pepe, vamos con la gente”, se emitió muy pocos días en televisión y luego se levantó.
La semana posterior a la interna de 2009 fue dura para el Frente Amplio, puesto que Astori no confirmaba si aceptaba o no ir por la vicepresidencia y se mantenía en silencio encerrado en su casa del barrio Malvín. Tras los muchos dardos lanzados en la campaña, la negociación fue ardua e incluso debió intervenir el entonces presidente Vázquez para convencer a quien había llevado las riendas de la economía durante todo su gobierno. Luego de que diera el sí, la campaña —con un Mujica de traje y camisa, pero sin corbata, la única condición que le puso a Vernazza— fue ejemplar en términos de unidad, y el Frente se impuso con casi 48% en primera vuelta, obteniendo la mayoría parlamentaria, y con el 54,6% en el balotaje.
En su discurso el 1° de marzo de 2010 ante la Asamblea General, Mujica diría algo que le sería recordado por la oposición durante todo su período: “Educación, educación, educación”. El extupamaro había llegado con el plan de reformar el sistema, dándole autonomía a la UTU, arrancarla de la ANEP, convirtiéndola en un organismo que hiciera foco en las necesidades de cada región, pero los sindicatos se resistieron y así fue que nació, como alternativa, la UTEC. “No me la llevaron”, diría Mujica, y desde entonces endurecería su discurso ante los sindicatos de la educación.
A nivel ideológico, su administración estuvo marcada por la agenda de derechos, a la que Mujica poco se había referido antes, pero a la que dio su apoyo ante propuestas que partían de otros sectores del Frente Amplio. Así, en 2012 se aprobó la interrupción voluntaria del embarazo —lo que el Parlamento ya había votado en el gobierno anterior, pero había sido vetado por Vázquez— y, en 2013, el matrimonio igualitario. En 2012 ya se había votado la regulación del mercado de la marihuana. La medida fue una de 15 que se tomaron tras varios hechos delictivos que generaron alarma pública.
Mujica asumió el gobierno con intenciones de generar políticas públicas, pero varias de sus ideas —como su plan para la UTU— quedaron por el camino. Es el caso de la fallida reforma del Estado, donde también se encontró con los escollos que imponían los sindicatos. Impulsó el Plan Juntos, que intentando sortear la burocracia lo hizo funcionar en la órbita de Presidencia y no del Ministerio de Vivienda, lo que Vázquez luego modificó. Con aportes de organizaciones no gubernamentales, donaciones de privados y el trabajo de los beneficiarios, se construyeron de 2011 a 2014 unas 736 soluciones habitacionales.
También se empezó a trabajar en la instalación de la fibra óptica, lo que el expresidente destacó en varias oportunidades, cuando se lo criticaba por Gas Sayago o por el caso Pluna, advirtiendo que de lo bueno que había hecho su gobierno nadie hablaba. Gas Sayago dejó, según una auditoría realizada recién por el gobierno de Lacalle Pou en 2021, un agujero de 213 millones de dólares.
Astori, que tuvo grandes enfrentamientos con Mujica durante el período, llegó a sostener que el plan, apalancado por el presidente, había sido “un error”. Tampoco prosperó el proyecto de megaminería Aratirí, que operaría en Cerro Chato y Valentines, y que prometía la construcción de un puerto de aguas profundas. Se anunció una inversión de US$ 3.000 millones, la que hubiera sido la más grande de la historia. Sin embargo, tras idas y vueltas, la empresa decidió retirarse en 2016.
La era Mujica también estuvo marcada por el cierre de Pluna, por el que el exministro de economía Fernando Lorenzo y el expresidente del BROU, Fernando Calloia, fueron condenados luego de participar, en octubre de 2012 —tres meses después de que se anunciara que la compañía dejaba de volar—, del remate de siete aviones para el que se había entregado un aval bancario irregular. El hecho marcó el ritmo de la oposición durante toda la administración Mujica, ya que realizó interpelaciones a distintos jerarcas e incluso presentó una denuncia penal.
En el libro Tabaré Vázquez, compañero del poder, de Sergio Israel, se cita al expresidente diciendo que Mujica le entregó, cuando le devolvió la banda presidencial en 2015, un gobierno en peores condiciones que el que había recibido del colorado Jorge Batlle tras la crisis de 2002. Vázquez luego negó estas declaraciones.
La coyuntura local, no obstante, jamás logró empañar su imagen de la puerta para afuera del Uruguay, al punto que su nombre se manejó varias veces como candidato a recibir el Premio Nobel de la Paz. Su discurso de austeridad, que repetía casi como un mantra, se convirtió en un imán que atraía a jerarcas, periodistas y artistas extranjeros: “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”, repetía y encandilaba.
Mujica cerró su gobierno con un 51% de aprobación, según Equipos, y con 63%, según Opción.
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Tras dejar la Presidencia en 2015, Mujica fue senador en las siguientes dos legislaturas, pero la pandemia y la enfermedad inmunológica que padecía desde hacía más de 20 años lo llevaron a renunciar a su banca el 20 de octubre de 2020, en la misma sesión que lo hizo el también expresidente Sanguinetti. El retiro al unísono de ambos líderes sintetiza el espíritu conciliador que cultivó Mujica en los últimos años, en los que ponderó las virtudes de la democracia y las fortalezas institucionales del país sin dejar de lado la contienda, para la que siempre estuvo listo, incluso durante la última campaña de las elecciones internas, cuando planteó en febrero que “Cosse es buenísima, pero no les gana a los blancos, porque no la bancan en el interior”. O la semana pasada, cuando dijo, en referencia al Pit-cnt: “Yo no les reprocho que pidan hoy. Les reprocho los cuatro años que estuvieron de guampas caídas, sin mirar la realidad”.
Desde su lugar de exmandatario defendió su gobierno y los de Vázquez, pero también hizo autocrítica. Cuando el déficit hídrico puso en jaque el sistema de abastecimiento de agua potable en la zona metropolitana, reconoció la falta de inversión durante los gobiernos frenteamplistas. “Se me van a enojar, (pero) nos dormimos todos”, dijo en julio de 2023.
Más que un corpus de ideas, Mujica legó pragmatismo y la necesidad de comunicación con la ciudadanía, aspecto en el que se destacaba, fundamentalmente por su vínculo con el interior del país. El expresidente estaba convencido de que el Frente Amplio perdió las elecciones de 2019 por no forjar lo necesario esa conexión. “No le dimos pelota al interior”, dijo a El País un año después.
Luego de la pérdida del gobierno nacional, su fuerza política puso en foco el interior y desarrolló en 2022 y 2023 la campaña “El Frente Amplio te escucha”, por la que sus dirigentes recorrieron el país para recomponer lazos y recoger insumos para el próximo programa de gobierno.
La chacra de Rincón del Cerro, donde vivió gran parte de su vida, se convirtió en los últimos años en “un organismo no estatutario del MPP”, llegó a decir a El País el hoy secretario de la Presidencia, Alejandro “Pacha” Sánchez. En un ambiente bucólico y austero, Mujica y Topolansky recibieron allí a infinidad de políticos, artistas y periodistas nacionales e internacionales durante décadas. El 26 enero de 2023, dieron la bienvenida a su amigo Luiz Inácio Lula Da Silva, el dirigente foráneo al que se sintió más cercano. Unos días antes, el 1º de enero, Lula había asumido como mandatario, evento al que Lacalle Pou llegó junto a Mujica y Sanguinetti, quienes lo acompañaron en señal de fortaleza institucional y republicana.
Las coincidencias entre el presidente y los exmandatarios en materia internacional se terminan cuando de Venezuela se trata. Durante el primer y el segundo gobierno del Frente Amplio los vínculos de Mujica con Hugo Chávez y Nicolás Maduro fueron profusos y siguen siendo cuestión de debate político. De todas maneras, más allá de los negocios entre los países, a inicios de 2024, tras una oleada de detenciones de activistas y la expulsión del país caribeño de los representantes de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Mujica se distanció del régimen venezolano, se sacó la campera que alguna vez lució con la bandera de ese país. “Venezuela tiene un gobierno autoritario”, dijo en febrero de ese año, e insistió con esta idea en noviembre en la última entrevista que concedió a El País: “Lo que me revienta es cuando juegan a la democracia y hacen elecciones. Y, según el resultado, lo altero, hago fraude o me mando una cagada. O una cosa, o la otra. Me refiero a Venezuela, a Nicaragua y a cualquier otro país que haga eso”.
El 29 de abril de 2024, en una conferencia de prensa, el líder histórico del Frente Amplio anunció que tenía un tumor en el esófago. Tras su muerte, su legado deberá ser sostenido por la llamada “barra joven” de dirigentes del MPP que lleva las riendas del sector, con Orsi y Sánchez entre sus principales referentes.
El día que anunció su enfermedad, Mujica dio un mensaje a los más jóvenes: “A las pibas y pibes de este país, transmitirles que la vida es hermosa, pero se gasta y se va (...) El quid de la cuestión en la vida es volver a empezar cada vez que uno cae”.
La enfermedad alejó a Mujica del primer frente de batalla durante la última campaña, pero algunos movimientos puntuales, como la presentación en política de la hoy senadora Blanca Rodríguez, resultaron claves para que la 609 consiguiera su mejor votación histórica. A la victoria le siguió una peregrinación de mandatarios de la región, incluso de diferente signo político, a la chacra: Lula le entregó el Gran Collar de la Orden Nacional de Cruzeiro do Sul, máxima condecoración de Brasil, y aseguró, emocionado, que era “la persona más extraordinaria” que había conocido.
La enfermedad no lo alejó de la polémica hasta casi sus últimas horas. A una semana del balotaje, en entrevista con El País, Mujica definió a Rodríguez como un “repuesto” en caso de que Cosse no hubiera aceptado ser candidata a vicepresidenta. Y volvió a estar en el ojo de la opinión pública a fines de 2024, luego que Topolansky dijera para el libro Los indomables de Pablo Cohen que hubo quienes “mintieron dentro de la izquierda” en los juicios por delitos cometidos en dictadura, y él la respaldara. “Esas cosas nos constan, sí. No voy a decir que fuera generalizado, pero había gente que salió con mucho rencor y encontraba que era justo eso, por las que pasó. No todos, pero sé que hubo casos”, dijo el exmandatario en una entrevista con el programa radial Fácil Desviarse.
Es que Pepe no pasó indiferente por la vida de los orientales. Militó desde los 14 años hasta los 89, con los que murió. Una encuesta de popularidad de líderes políticos difundida por Equipos en junio de 2023, con resultado estable en relación a mediciones previas, lo colocó a él y al entonces mandatario Lacalle Pou como las dos personas más conocidas del Uruguay, siendo también el expresidente con el mejor saldo neto entre quienes le tienen simpatía (50%) y quienes antipatía (31%). Mujica, con seguridad, seguirá siendo un tema de conversación.
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